Reflexión homilética para el Domingo 21 de Enero de 2018. 3º del tiempo ordinario.
“Ponte en marcha y ve a la gran
ciudad de Nínive; allí les anunciarás el mensaje que yo te comunicaré” (Jon
3,1). Ese es el mensaje que Dios dirige a Jonás para que invite a la conversión
a los ninivitas.
El profeta piensa que esa es una
misión totalmente imposible. Nínive es el símbolo de la prepotencia y de la
crueldad. Él no se siente con fuerza para adentrarse en la ciudad que había
sembrado el terror en los pueblos vecinos.
Este breve libro es un cuento
delicioso que pone de relieve la incredulidad del creyente frente a la fe de
los paganos, que prestan atención al mensaje y se convierten. Sirviéndose de
rasgos inverosímiles, se subraya la misericordia de Dios con todos los pueblos.
Efectivamente, “el Señor enseña
el camino a los pecadores”, como proclama el salmo responsorial (Sal 24). Es
necesario prestarle atención.
El mensaje que Pablo dirige a los
Corintios es válido para todos los tiempos. Si pasa la representación de este
mundo, es preciso vivir de otra manera (1 Cor 7,29-31).
DON Y TAREA
En el texto del evangelio de san
Marcos que hoy se proclama (Mc 1,14-20) se menciona como de paso la muerte de
Juan el Bautista. “Después” de este asesinato, Jesús vuelve a Galilea a
proclamar el Evangelio de Dios.
El texto ofrece un significativo
resumen de su mensaje: “Se ha cumplido el tiempo y está cerca el Reino de Dios.
Convertíos y creed en el Evangelio”. El don de Dios exige la responsabilidad de
la tarea.
“Se ha cumplido el tiempo y está
cerca el Reino de Dios”. Esta es la propuesta de Dios. En sus manos están el
tiempo y los acontecimientos. Él ha decidido manifestarse como el Señor. Es la
hora de aceptarlo como Rey.
“Convertíos y creed en el
Evangelio”. Esta es la exhortación que se dirige a los hombres. Esta es la
tarea que de ellos se espera. No hay conversión sin el ejercicio de la fe.
Pero, al mismo tiempo, no vive en la verdad quien pretende creer sin cambiar de
vida.
EL ENCUENTRO
El texto evangélico contiene una
segunda parte igualmente interesante. Jesús es el mensajero del Reino de Dios.
En realidad se identifica con el mismo Reino. Por eso busca discípulos que han
de ser colaboradores de su misión. Son Simón y su hermano Andrés, Santiago y su
hermano Juan. Tres verbos resumen el encuentro:
Jesús los llamó. En tiempos de
Jesús, los discípulos buscaban un maestro de la Ley. En este caso Jesús es el
Maestro que elige y llama a sus discípulos.
Ellos dejaron los aperos de pesca
y hasta su familia. Los pescadores del Lago de Galilea dejan su profesión y su
familia. El futuro prometido vale más que el pasado.
Y se marcharon, siguiendo a
Jesús. Nadie deja todo por nada. El seguimiento de Jesús constituye el centro y
el sentido de este nuevo discipulado.
Señor Jesús, nos asombra ver
los discípulos que eliges para anunciar la llegada del Reino de Dios. Se ve que
tu libertad es tan grande como tu misericordia. Te rogamos que sigas buscando y
llamando también en nuestro tiempo. Tu Iglesia necesita pescadores humildes y
generosos. Bendito seas por siempre. Amén.
D. José-Román Flecha Andrés
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