Reflexión homilética para el Domingo 14 de Enero de 2018. 2º del Tiempo Ordinario, B.
“Vino el Señor, se detuvo y llamó
como las otras veces: ¡Samuel, Samuel! Y él respondió: Habla Señor, que tu
siervo escucha”. En este precioso relato por tres veces llama el Señor al niño
Samuel en el santuario, donde se encontraba el Arca de Dios (1Sam 3,3-10.19).
La palabra de Dios irrumpe en
medio de las tinieblas. Dios elige a un niño y lo llama durante la noche. El
niño cree que es el sacerdote Elí y acude a él. Cuando al fin se convence de
que es Dios quien lo llama, se muestra dispuesto a escuchar su voz. Y Dios lo
hace portador de una palabra que ha de dirigir al sacerdote.
Con toda propiedad el salmo pone
en nuestros labios una oración que evoca la disponibilidad de aquel
niño-profeta: “Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad” (Sal 39).
De la reflexión de san Pablo a
los Corintios sobre la dignidad del cuerpo humano (1Cor 6,13-20) podemos
subrayar hoy una conclusión que responde a nuestra verdad más profunda: No nos
pertenecemos, puesto que hemos sido comprados a un alto precio.
LA BÚSQUEDA
En el texto del evangelio de san
Juan que hoy se proclama (Jn 1,35-42) aparece una vez más la figura de Juan
Bautista. Mirando a Jesús que pasa, se dirige a dos de sus discípulos y les
dice: “Este es el Cordero de Dios”. Basta esa indicación para que ellos se
decidan a seguir a Jesús. El evangelio recoge tres frases de un diálogo
definitivo:
“¿Qué buscáis?” Esas son las
primeras palabras de Jesús que aparecen en el evangelio de Juan. Jesús comienza
su misión preguntando. Esa pregunta la repetirá en el huerto de Getsemaní a los
que llegan a prenderlo. Y la dirigirá también a María Magadalena el primer día
de la semana.
“Maestro, ¿dónde vives?” En los
salmos aparece la pregunta: “¿Dónde está Dios?” Mientras las gentes de Israel
buscaban a Dios en el Templo. Dios se hace presente en Jesús. Donde quiera que
él viva allí resonará la voz de Dios.
“Venid y lo veréis”. Las gentes
de Israel temían acercarse a la montaña de Dios. Serían invitadas con
frecuencia a “escuchar” la voz de Dios. Esa actitud será siempre válida. Pero
ahora la palabra de Dios se ha hecho carne. Ha llegado el momento de “ver”.
EL ENCUENTRO
El texto nos deja en suspenso
ante el secreto de las palabras que pudieron cruzarse entre Jesús y los dos
discípulos de Juan. Solo contamos con una frase que no puede dejarnos
indiferentes: “Fueron, vieron donde vivía y se quedaron con él ese día”.
“Fueron”. También hoy es preciso
salir de nuestra comodidad para ponernos en camino y acercanos al que es la
verdad y la vida.
“Vieron donde vivía”. También hoy
es necesario abrir los ojos para percibir la presencia del Señor en nuestro
mundo.
“Se quedaron con él ese día”.
También hoy se nos ofrece la oportunidad de permanecer junto a nuestro Maestro
para hacer nuestro su mensaje.
Señor Jesús, los discípulos de
Juan te siguieron a la hora del incienso de la tarde. Mientras las gentes de
Israel acudían al templo, ellos se encontraron contigo. Tú eres ya para
nosotros la revelación de Dios. Tú eres la Palabra que nos invita al seguimiento.
La Palabra que puede cambiar nuestra vida. Bendito seas por siempre. Amén.
D. José-Román Flecha Andrés
No hay comentarios:
Publicar un comentario