Reflexión homilética para el Domingo 26 de Noviembre de 2017.
Solemnidad de Cristo Rey del Universo. 34 del Tiempo Ordinario, A,
“Yo mismo en persona buscaré a
mis ovejas siguiendo su rastro”. Así comienza el texto del profeta Ezequiel que
se lee en esta fiesta de Jesucristo, Rey del Universo. Nos es bien conocida
esta imagen del buen Pastor, que el profeta atribuye al mismo Dios.
Pero hay momentos en la vida en
los que leemos estas palabras desde una nueva experiencia. Y comprendemos que
esta afirmación del Pastor no es gratuita ni retórica. No es una poesía
estéril. Esa profecía me atañe a mí personalmente. Dios me ha estado buscando
siempre, “siguiendo mi rastro” con tanta paciencia como esperanza.
Por eso, con el salmo
responsorial puedo hoy afirmar con tanta certeza como humildad: “El Señor es mi
pastor, nada me falta” (Sal 22,1).
Pero el Pastor no sólo nos
alimenta. Da la vida por nosotros y nos da la vida verdadera. Como escribía san
Pablo, si por Adán hemos muerto todos, por Cristo todos volveremos a la vida
(1Cor 15,22).
DOS SENTENCIAS
En este último domingo del año
litúrgico, se proclama la tercera de las parábolas de la esperanza, que
contiene el capítulo 25 del evangelio de Mateo. Jesús compara al Hijo del
hombre con un pastor que separa las ovejas de las cabras (Mt 25,31-46).
La escena del juicio sobre la
humanidad contrapone dos sentencias definitivas que ha de pronunciar el Señor
de la historia. La primera evoca el tono amable de la acogida: “Venid, benditos
de mi Padre”. La segunda resuena con la fuerza terrible del rechazo: “Apartaos
de mi, malditos”.
Instintivamente, todos nos
colocamos en el bando de los corderos que reciben atención y recompensa por las
buenas acciones realizadas al menos alguna vez. Pero, a lo largo de la vida,
raras veces pensamos que podemos ser condenados por nuestra indiferencia ante
las necesidades de los demás.
PREGUNTA Y RESPUESTA
El criterio para ese
discernimiento final no será lo que hemos dicho o escrito. Ese diálogo entre
los hombres y el Señor no solo orienta nuestro definitivo examen de conciencia
sino también la última de las revelaciones de su identidad.
“Señor, ¿cuándo te vimos con
hambre y te alimentamos?” A la asombrada pregunta de los que se han entregado
por los más abandonados, responde el gran Abandonado: “Lo que hicisteis con mis
hermanos, lo hicisteis conmigo”.
“Señor, ¿cuándo te vimos con
hambre o con sed… y no te asistimos?” A la escandalizada pregunta de los que
han vivido solo para sí mismos, responde el gran Marginado: “Lo que no
hicisteis con los más pequeños, tampoco lo hicisteis conmigo.
En el examen final el Señor solo
tendrá en cuenta nuestra actitud y nuestro compromiso activo a favor de
nuestros hermanos. Y, por cierto, al juicio no serán convocados solo los
discípulos de Jesucristo. Creyentes y no creyentes, creyentes no practicantes y
practicantes no creyentes, todos seremos examinados de igual manera.
Señor Jesús, sabemos que la
meditación sobre el juicio último es una de las escuelas para aprender y vivir
la esperanza. No permitas que olvidemos la tarea sobre la cual seremos
examinados. Amén.
D. José-Román Flecha Andrés
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