Reflexión Homilética para el Domingo 25 de Junio de 2017. 12 del Tiempo Ordinario, A.
“Cantad al Señor, alabad al
Señor, que libró la vida del pobre de manos de los impíos” (Jer 20,13). Así
termina la primera lectura que se proclama en este domingo duodécimo del tiempo
ordinario. Antes hemos oído que Jeremías escuchaba los comentarios amenazadores
de sus vecinos. Trataban de delatarlo, de atraparlo y de vengarse de él.
Esa situación no es exclusiva de
Jeremías, La experiencia repetía en su pueblo que nadie es profeta en su
tierra. También fuera de ella, quien anuncia la verdad y denuncia la mentira
será acusado de no respetar el orden establecido. En algunos lugares el
mensajero de la justicia es directamente asesinado. En otros, se comienza por
declarlo “persona non grata”.
Muy oportunamente, en el salmo
responsorial se nos invita a repetir una súplica cargada de confianza: “Que me
escuche tu gran bondad, Señor” (Sal 68). Que nos alcance la gracia que Dios nos
otorga por Jesuscritso, como nos dice san Pablo (Rom 5,12-15).
EL MIEDO Y LA LIBERTAD
La persecución aparece también en
el evangelio que hoy se proclama (Mt 10,26-33). El texto forma parte del
llamado “Discurso de envío”. Los discípulos de Jesús han de saber que la misión
no va a ser fácil. En las exhortaciones de Jesús hay una advertencia y un aviso
Jesús advierte a sus discípulos que
no han de tener miedo a los hombres, porque lo oculto y escondido llegará a
saberse un día. Así que han de estar dispuestos a pregonar a la luz del día lo
que Jesús les ha ido enseñando en privado.
Jesús avisa a sus discípulos de
que no han de temer a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma.
Así que han de saber valorar el tesoro de su libertad. La vida es importante,
pero no deben ponerse en el peligro de perder el sentido último de la vida.
Las palabras de Jesús son una
invitación a anunciar el mensaje con decisión y libertad. El mensajero podrá
perder la vida en la misión, pero nadie puede arrebatarle el gozo de haber sido
elegido para llevarla a cabo.
LA CONFIANZA Y LA FIDELIDAD
De todas formas, habrá ocasiones
en las que los discípulos de Jesús se preguntarán si merece la pena arriesgar
tanto por la misión que les ha sido encomendada. Jesús parece intuir ese
titubeo y responde con una parábola y una promesa.
Todos conocen el precio de los
gorriones que se venden en la plaza por una moneda insignificante. Pero de
todos ellos se cuida el Padre. Con más razón se cuidará de los que han sido
elegidos por Jesús. Hasta de sus cabellos lleva cuenta Dios. Así que han de
caminar y vivir alimentando la confianza.
A lo largo de la misión, los enviados
tendrán ocasiones de dar testimonio de su Maestro y ocasiones para renegar de
él. Tendrán que aprender a optar. Y recordar que un día el Señor los reconocerá
o los ignorará según su comportamiento. Así que han de caminar y vivir
manteniendo la fidelidad a la llamada.
Señor Jesús, te agradecemos que
nos hayas elegido para continuar tu misión en la tierra. Nos has recordado la
atención que nos presta “nuestro Padre” y nos anuncias el premio que “tu Padre”
concederá a nuestra lealtad. Ayúdanos a descubrir el sentido de la vida y a
entregarla por ti si es preciso.
D. José-Román Flecha Andrés
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