Reflexión homilética del Domingo 7 de Mayo de 2017. 4º de Pascua.
“¿Qué tenemos que hacer,
hermanos?” (Hech 2,37). Es el día de Pentecostés. Lleno de la fuerza del
Espíritu, Simón Pedro dirige su palabra a la multitud. Anuncia a todos los
oyentes que Dios ha glorificado a Jesús, al que ellos habían conducido a la
muerte. Y esta es la pregunta que los oyentes dirigen a Pedro y a los demás
apóstoles.
El texto resume en pocas palabras
el itinerario de la iniciación cristiana: anuncio de la buena noticia sobre
Cristo, atención a las preguntas de los que acogen la Palabra, exhortación a la
conversión y celebración de los sacramentos. Sin olvidar una advertencia para
escapar de esta generación perversa y para abrirse al don del Espíritu. ¡Todo
un programa de vida!
El salmo 22 (ó 23 del texto
hebreo) nos prepara a la escucha del evangelio, al proclamar la alegría de
contar con el Señor como nuestro pastor.
La primera carta de Pedro, que
nos instruye en estos domingos pascuales, nos recuerda que Jesús nos ha
redimido subiendo al leño de la cruz: “Andabais descarriados como ovejas, pero
ahora habéis vuelto al pastor y guardián de vuestras vidas” (1Pe 2,25).
EL PASTOR
El domingo 4º de Pascua nos
invita cada año a ver a Jesús como nuestro buen Pastor. En el texto que se
proclama este año (Jn 10,1-10), sobresale la alusión al seguimiento:
El pastor llama por su nombre a
las ovejas y las saca fuera del redil. La imagen es muy sugerente. Los pastores
de antes solían conocer a cada una de sus ovejas y hasta les daban un nombre
propio. Con esa imagen del pastor se representa Jesús a sí mismo. Él conoce
personalmente a los suyos y los saca para llevarlos a buenos pastos.
El texto supone que, al llegar la
noche, las ovejas de diversos rebaños se recogen en un redil común. Por eso el
pastor llama precisamente a las suyas, las rescata de la indiferencia y sale al
campo delante de ellas. Cuando ha sacado todas las suyas, el pastor camina
delante de ellas y las ovejas lo siguen. Hay una relación especial entre Jesús
y los suyos.
Las ovejas siguen al pastor
porque conocen su voz, pero no seguirían a un extraño. El texto sugiere que no
es posible seguir al Señor si no se conoce su voz, y recuerda el afecto que él
guarda para cada uno de nosotros. Los extraños no serán seguidos por las
ovejas. Pero si alguien no sigue al Señor que le llama, ¿no será que no conoce
su voz y le resulta extraño?
LA PUERTA
De todas formas, en este año, el
texto evangélico subraya también la imagen de la puerta del redil donde se
recogen las ovejas. También con ella se identifica Jesús:
“Yo soy la puerta de las ovejas”.
Él nos garantiza seguridad y abrigo en las noches de turbación y de tormenta.
Él nos libra del miedo y de los enemigos.
“Yo soy la puerta de las ovejas”.
Él se abre cada mañana para que podamos “salir” de nuestros refugios. Él desea
que podamos gozar de la luz.
“Yo soy la puerta de las ovejas”.
Él nos ofrece la salvación, la verdadera libertad y los buenos alimentos que
sostienen nuestra vida.
“Yo soy la puerta de las ovejas”.
Él nos advierte para que no escuchemos a quienes no vienen por él hacia nosotros.
Él nos recuerda que son ladrones y bandidos.
Señor Jesús, te reconocemos
como nuestro Buen Pastor. Queremos oír tu voz y reconocerla como tuya en medio
de todas las voces que tratan de seducirnos. Queremos seguirte confiada y
agradecidamente todos los días de nuestra vida. Amén. Aleluya.
D. José-Román Flecha Andrés
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