Homilía para el Domingo 14 de Agosto de 2016, 20 del Tiempo Ordinario, C.
“Ese hombre no busca el bien del
pueblo, sino su desgracia”. Esa acusación basta a los jefes del pueblo para que
un rey débil les permita arrojar al profeta Jeremías, al fondo fangoso de un
aljibe (Jer 38, 4-6.8-10). Menos mal que un hombre sensato logra que el rey
reconozca su error, para poder librar al profeta de una muerte segura.
Esta actitud se ha repetido
muchas veces a lo largo de la historia. Mil intrigas acechan al hombre que, en
nombre de Dios, propone un camino recto y denuncia la injustica. Es muy
peligroso nadar contra corriente. Y es difícil que alguien salga en defensa del
justo.
Con razón el salmo proclama que
solo de Dios puede venir la salvación: “Me levantó de la fosa fatal, de la
charca fangosa; afianzó mis pies sobre roca y aseguró mis pasos” (Sal 39).
En este mundo y en esta hora es
más que oportuno el consejo de la carta a los Hebreos: “Recordad al que soportó
la oposición de los pecadores, y no os canséis ni perdáis el ánimo. Todavía no
habéis llegado a la sangre en vuestra pelea contra el pecado” (Heb 12, 4).
LA PAZ
También el evangelio que hoy se
proclama nos presenta la figura de Jesús como la de un profeta discutido (Lc
12,49-53). Es más, nos recuerda una pregunta suya que a veces nos desconcierta:
“¿Pensáis que he venido a traer al mundo la paz?” Así es. Eso es lo que
esperábamos del Maestro.
Estamos seguros de que él había
venido a traer la paz a los hombres que ama Dios. Sabíamos que había venido a
hermanar a los hombres y a derribar las barreras que los separaban. Sin embargo,
el mismo Jesús dice haber venido para sembrar la division en el seno de las
familias entre padres e hijos.
Y así ha sido con mucha
frecuencia. Las comunidades cristianas primitivas -y también las actuales-
tienen mucha experiencia de los conflictos que ha creado y sigue creando la fe
en Jesucristo. Quien no desea alejarse de sus vicios y adicciones con
frecuencia culpa a los miembros creyentes de su familia de todos los males que
él mismo se ha buscado.
EL FUEGO
El texto evangélico pone en boca
de Jesús una frase que, aun referida a la situación ulterior, bien puede
reflejar su previsión de profeta: “He venido a prender fuego en el mundo”.
• Ya en su vida, el fuego de
Jesús libraba a algunos de la frialdad de su indiferencia, pero abrasaba a
otros en el deseo de acallar su voz.
• A lo largo de la historia el
fuego ha sido utilizado para terminar con la vida de creyentes y no creyentes.
De hecho ha quemado a mártires y a herejes.
• Los cristianos pedimos al Señor
que venga a prender fuego a nuestra existencia: quemando la hojarasca del mal y
calentando nuestra voluntad para servirle en los hermanos.
Señor Jesús, tenías razón al
presentarte como portador del fuego. Purífícanos de los restos del mal para que
podamos dar testimonio de tu amor y de tu fuerza. Amén.
D. José-Román Flecha Andrés
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