Homilía para el Domingo 7 de Agosto de 2016. 19 Tiempo Ordinario, C.
“Aquella noche se les anunció de
antemano a nuestros padres para que tuvieran ánimo al conocer con certeza la
promesa de la que se fiaban”. El libro de la Sabiduría (18,69) evoca con estas
palabras la intervención de Dios para liberar a su pueblo de la esclavitud
padecida en Egipto.
El texto continúa recordando la
esperanza de Israel: aguardaba la liberación de los inocentes y la perdición de
los culpables. La liberación de su pueblo era la gran revelación de la
misericordia y de la justicia de Dios.
En este tiempo de gracia y de
misericordia, hacemos nuestras las palabras del salmo 32, que hoy se nos
propone como respuesta a la lectura: “Nosotros aguardamos al Señor: él es
nuestro auxilio y escudo: que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti”. La fe y la esperanza de Abraham caminan de la mano en
el texto de la carta a los Hebreos que hoy se proclama (Heb 11,1-2.8-9).
EL SUEÑO
Y la esperanza es también el tema
principal del texto evangélico (Lc 12,32-48). Los discípulos del Señor son
comparados con los siervos de un amo importante. Los criados han de mantenerse
en vela para recibir a su amo, aunque regrese a casa a la medianoche o a la
madrugada. El texto contempla dos posibles actitudes contrapuestas.
• En primer lugar, hay una
bienaventuranza especial, reservada para los criados que sean encontrados en
vela. El amo es tan generoso que cambiará los papeles habituales. Recogerá sus
ropas con un ceñidor, invitará a sus servidores a sentarse a la mesa y él mismo
los irá sirviendo.
• Pero no es fácil mantenerse en
vela hasta altas horas de la noche, porque el tiempo de la espera siempre es
pesado. Algunos tratan de llenarlo comiendo y bebiendo, lo que les lleva a
maltratar a sus compañeros. Hay otros que se dejan vencer por el sueño. Esas
tentaciones demuestran el poco respeto que tienen a su amo.
LA PRESENCIA
Entre estos apuntes parabólicos,
el texto evangélico incluye una exhortación un tanto ambigua: “Estad
preparados, porque a la hora que menos penséis, viene el Hijo del Hombre”.
• Habitualmente se entiende esta
frase como una seria amonestación a los descuidados. Nadie debería dejarse
distraer por sus intereses, caprichos y tentaciones. El Señor llegará a nuestro
mundo de forma imprevista. Y seguramente nos tratará con dureza por no haberle
esperado, trabajando por tejer una cultura de paz y de armonía.
• Pero cabe también otra
interpretación. El buscador de pepitas de oro ha de estar muy atento. En el
momento menos pensado, la corriente de agua puede traer la pepita que espera.
Los discípulos hemos de tener confianza y no desalentarnos. En cualquier
momento se hará visible la presencia del Salvador y se revelará el sentido de
la historia.
Señor Jesús, muchas veces nos
pesa la oscuridad y lentitud de la noche. Pero al alba todos los días te
hacemos saber que esperamos tu manifestación en este mundo. Queremos vivir una
esperanza activa y fraternal. Ven Señor Jesús. Amén.
D. José-Román Flecha Andrés
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