Homilía para el Domingo 21 de Junio de 2015.
“Hasta aquí llegarás y no
pasarás, aquí se romperá la arrogancia de tus olas”. Con esas órdenes
terminantes Dios ha puesto límite a los mares, según él mismo recuerda a Job
(Job 38,11). Pero ¿por qué mencionar la bravura del mar?
Como se sabe, según el libro
bíblico, Job es un hombre bueno. Ha cumplido la ley del Señor y espera que Dios
recompense su fidelidad. Lo que no se espera son los desastres que le
sobrevienen de pronto, incluida la muerte de sus hijos y su propia enfermedad.
Los amigos parecen venir a
consolarle, pero no hacen más que repetirle la tesis tradicional. Dios premia a
los buenos con bienes y castiga a los malos con males. Si a Job le han caído
tantos desastres es señal de que ha sido un malvado. Job se subleva y desafía
al mismo Dios.
Dios acude a la llamada para
recordarle que sólo Él puede frenar la fuerza de los mares. Si Job no conoce
los secretos de la naturaleza ni tiene fuerza para dominar a la creación, ¿cómo
pretende conocer el misterio de la retribución? Haría bien en callarse. Y eso
es lo que hace Job.
LAS PARADOJAS
En el evangelio de hoy aparece
también el mar. Un vendaval lanza unas olas tan grandes que el agua va llenando
la barca, en la que navegan los discípulos, llevando a Jesús a bordo (Mc 4,
35-40). Este relato tan conocido presenta algunas paradojas.
Los discípulos han obedecido la
indicación de Jesús de pasar a la otra orilla del lago. Pero la obediencia al
Maestro y la misión a la que les ha llamado no les ahorran los riesgos y el
peligro de hundirse en el mar.
Jesús ha mostrado su poder contra
los demonios. Y mostrará ahora su dominio de los vientos y los mares. Pero ahí
está en la barca, dominado por el cansancio y por el sueño. Evidentemente su
fuerza se manifiesta precisamente en su debilidad.
Los discípulos han seguido a
Jesús. Y, dominados por el miedo son capaces de pedirle ayuda. Pero el Maestro
no deja de reprocharles su cobardía y su falta de fe. Es claro que la fe se
presenta como el puente que nos ayuda a pasar del miedo a la confianza.
LAS PREGUNTAS
Este relato evangélico parece
girar en torno a dos preguntas que brotan espontáneas de la boca de los
discípulos de Jesús:
“Maestro, ¿no te importa que nos
hundamos?” En la pregunta se esconde ya la respuesta. Es claro que a Jesús sí
le importan sus discípulos. Los ha elegido personalmente. Y presta atención a
sus problemas y dificultades. Al Señor la preocupa siempre la suerte de sus
seguidores. Esta es la pregunta de la desconfianza por parte de los seguidores
de Jesús.
“¿Pero quién es éste a quien el
viento y las aguas obedecen?” También en esta pregunta se incluye la respuesta.
Jesús es un hombre en quien se hace presente la fuerza del Dios que había
puesto fronteras a los mares. Esta es la pregunta que revela el camino que
conduce a la fe y al testimonio de la fe en el enviado por Dios.
Así pues, los seguidores de
Jesucristo hemos de saber que la fe no va ahorrarnos las dificultades y los
riesgos. Pero, aun en medio de las dificultades, hemos de comportarnos con la
confianza y la esperanza que brotan de la fe.
Señor Jesús, nos consuela verte
cansado y dominado por el sueño, como nos ocurre a nosotros. Pero nos alegra
saber que tú puedes calmar las tempestades que suscitan el miedo a ahogarnos,
como nos ocurre tantas veces a nosotros mismos. No nos abandones, Señor.
D. José-Román Flecha Andrés
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