sábado, 28 de diciembre de 2024

"JESÚS IBA CRECIENDO EN SABIDURÍA"

 

Reflexión del Evangelio del Domingo 29 de Diciembre de 2024. Solemnidad de la Sagrada Familia.

Hoy celebramos la Sagrada Familia de Nazaret. Dios eligió a una familia humilde y sencilla para vivir entre nosotros. Mientras contemplamos y celebramos la belleza de este misterio, reafirmamos la dignidad y el valor primordial de la familia y nos preguntamos cómo está viviendo hoy la familia cristiana en una sociedad donde han surgido diversos modelos de entender esta realidad.  Una realidad tan fundamental de la vida social de la persona, que garantiza su formación emocional, así como los valores que orientan la trayectoria de cada individuo.

La comunidad cristiana ha defendido y protegido siempre el valor de la familia entendida, según el proyecto de Dios, como una comunidad de vida y de amor. Para entrar en la historia humana, Jesús eligió hacerlo en una familia. Es hermoso verle integrado en la red de afectos familiares, naciendo y creciendo en el abrazo y el cuidado de los suyos. Nosotros también venimos de una historia de familia y la persona que hoy somos, aunque resultado de muchos factores, nace de manera especial del amor que hemos recibido en el seno de nuestra propia familia.

No es fácil vivir la realidad familiar en nuestro día. La familia cristiana afronta el reto de mantenerse coherente en medio de grandes cambios culturales y sociales. Al desgaste de vivir en un ambiente que minusvalora y rechaza el modo como los cristianos entendemos la vida en familia. Es necesaria mucha serenidad, misericordia y diálogo para afrontar esta situación. A pesar de todo, son muchas las familias que hoy, dentro de los límites propios de la fragilidad humana, se esfuerzan por construir una familia sana y en comunión, intentando reflejar los valores fundamentales de la familia de Nazaret. La oración y la gracia del sacramento del matrimonio, que permanece a lo largo de la historia de la familia, son la garantía para lograr esa añorada aspiración. Una familia en comunión y armonía es uno de los mejores testimonios que los cristianos pueden ofrecer en estos tiempos de confusión. También hay otras familias que atraviesan tiempos difíciles, con serios problemas y desavenencias que sumen a toda la familia en profunda tristeza. Otras que, lamentablemente, han roto definitivamente la comunión. Nuestra actitud ha de ser siempre de comprensión, cercanía y ayuda.                

En el Evangelio vemos que incluso en la Sagrada Familia no todo va bien: hay problemas inesperados, angustia, sufrimiento. María y José pierden a Jesús cuando ya es adolescente. Lo buscan angustiados y cuando lo encuentran, su madre le dice: hijo ¿por qué nos has hecho esto? Conocemos la respuesta de Jesús, que María y José no entienden. Pero respetan la decisión del hijo que va madurando y con quien deben establecer nuevos lazos de respeto y amistad. La clásica ruptura que se repite en el seno de cada familia cuando los hijos viven las distintas etapas del desarrollo.

Los padres de Jesús necesitan tiempo para aprender a conocer a su hijo. Cada día, en la familia, hay que aprender a escucharnos y comprendernos, a caminar juntos, a afrontar los conflictos y las dificultades en común. Porque la felicidad de una familia nace de la dedicación de unos a otros, del afecto y respeto mutuos, de la armonía y de la reconciliación frecuente entre sus miembros. La alegría de una familia es plena cuando cada miembro no busca su propia alegría, sino que piensa en procurársela a los demás, porque la dedicación al bien de todos es la condición de esta felicidad que es un don de Dios.

Sin duda que la familia es un hermoso proyecto, que se va construyendo, aprendiendo cada día a ser familia. El Papa Juan Pablo II definía la familia como el santuario de la vida, esto es, “el lugar donde la vida -regalo de Dios- puede ser propiamente bienvenida y protegida contra los muchos ataques a los que está expuesta, y puede crecer con un auténtico crecimiento humano”.  A lo que hacen eco las palabras del Papa Francisco: “si la familia cristiana es el santuario de la vida, el lugar donde la vida es concebida y cuidada, es una contradicción tremenda cuando se convierte en lugar donde es rechazada y destruida”. Hermosa manera de recordarnos otra tarea ineludible de la familia.

Fr. Pedro Luis González González

miércoles, 25 de diciembre de 2024

"EL VERBO ERA LA LUZ VERDADERA"

 

Reflexión del Evangelio 25 de Diciembre de 2024. Solemnidad de la Natividad de Ntro. Señor Jesucristo.

La desproporción entre la propuesta de Dios y la respuesta del hombre

En este “diálogo de sordos” entre Dios y los hombres que es el hecho de la Navidad, del que hablábamos en la homilía de la misa de medianoche, hoy, en la misa del día, nos sorprende la otra vertiente: la desproporción entre lo que pide Dios y lo que está dispuesto a responder el ser humano.

La oferta de Dios está presentada en la Prólogo dl Evangelio según san Juan, que proclamamos. A primera vista (y más si se lee rápido y con voz cansina y se escucha distraído), es un galimatías, en el que se habla de un Verbo, de un ser eterno, de una luz que ilumina, de alguien que es rechazado por los suyos, pero, que, a pesar de todo se hace carne para habitar ente ellos…

Y sin embargo, este texto intenso y profundo hasta parecer enigmático, es la presentación más elocuente del misterio de la Navidad y sus consecuencias para nosotros. Lo supieron resumir genialmente los Santos Padres: “El Hijo de Dios se hizo hombre, para que el hombre pueda ser hijo de Dios”.

¿Quieren el hombre y la mujer, especialmente el hombre y la mujer de nuestra sociedad secularizada, “ser hijo, hija de Dios”? ¿Le ilusiona? ¿Pone en ello su esperanza y, por lo tanto, el esfuerzo serio por recibirlo y responder a tal promesa?

Solo descendiendo a la profundidad del ser humano, a sus verdaderas y eternas preguntas e inquietudes, puede encontrar cada uno, cada una, el deseo y la nostalgia de encontrar su auténtica autoestima, la raíz de su dignidad inalienable, la razón de su libertad y la respuesta a esa ansia necesaria de lo más necesario: el sentirse amado incondicionalmente y para siempre y poder amar así. Es decir: ser, sentirse y actuar como hijo e hija de Dios.

Un camino práctico para comprender qué significa que Dios se ha hecho hombre lo tenemos en la última encíclica del Papa Francisco, que tiene por título: “Dilexit nos” (“Nos amó”). En ella se nos habla del lugar en donde este “diálogo de sordos” encuentra la luz, el sentido, la razón y la fuerza de las preguntas y las respuestas recíprocas de Dios y del ser humano: el corazón de cada uno abierto al corazón de Cristo:

“En lugar de buscar algunas satisfacciones superficiales y de cumplir un papel frente a los demás, lo mejor es dejar brotar preguntas decisivas: quién soy realmente, qué busco. Qué sentido quiero que tengan mi vida, mis elecciones o mis acciones; por qué y para qué estoy en este mundo, cómo querré valorar mi existencia cuando llegue a su final, qué significado quisiera que tenga todo lo que vivo, quién quiero ser frente a los demás, quién soy frente a Dios. Estas preguntas me llevan a mi corazón” (8).

“Dice el Evangelio que Jesús “vino a los suyos” (Jn 1,110. Los suyos somos nosotros, porque él no nos trata como a algo extraño. Nos considera algo propio, algo que él guarda con cuidado, con cariño. Nos trata como suyos. No significa que seamos sus esclavos, y él mismo lo niega: “Ya no os llamo servidores" (Jn 15,15). Lo que él propone es la pertenencia mutua de los amigos. Vino, saltó todas las distancias, se nos volvió cercano como las cosas más simples y cotidianas de la existencia. De hecho, él tiene otro nombre, que es “Enmanuel” y significa “Dios con nosotros”, Dios junto a nuestra vida, viviendo entre nosotros. El Hijo de Dios se encarnó y “se anonadó a sí mismo, tomando la condición de esclavo” (Flp 2,7)” (34).

“Ese mismo Jesús hoy espera que le des la posibilidad de iluminar tu existencia, de levantarte, de llenarte de su fuerza. Porque antes de morir, dijo a sus discípulos: “No los dejaré huérfanos, volveré a ustedes”. Dentro de poco el mundo ya no me verá, pero ustedes sí me verán (Jn 14, 18-19). Siempre encuentra alguna manera para manifestarse en tu vida, para que puedas encontrarte con él” (38).

Fr. Francisco José Rodríguez Fassio

domingo, 22 de diciembre de 2024

¡BENDITA, TÚ ENTRE LAS MUJERES!

 

Reflexión del Evangelio 22 de Diciembre de 2024. 4º de Adviento.

Estamos terminando nuestro camino del Adviento. Una nueva oportunidad para seguir creciendo en la alegría y la esperanza.

De la mano de la palabra de Dios salen a nuestro encuentro algunos personajes claves en la historia de la salvación. Una historia en la que se pone de manifiesto cómo Dios cuenta siempre con los más pequeños y humildes para hacerse presente a la humanidad. También tenemos que hacernos conscientes del papel relevante que ocupa la figura de la mujer en los planes de Dios.

De un lado aparece Isabel, mujer de Zacarías. Ella, estéril y de edad avanzada. De otro María, joven y virgen. De ambas el Evangelio nos narra una experiencia extraordinaria: van a ser madres. Tanto en María como en Isabel se da una intervención especial de Dios. Un Dios para quien no hay nada imposible y que cumple todas sus promesas.

Para María la fe se traduce en disponibilidad. Ella experimenta que en sus entrañas se hace realidad el milagro de la vida y se pone en camino. Su propósito, tremendamente humano, es ayudar a su prima Isabel ante el inminente nacimiento de su hijo, al que pondrán por nombre Juan.

Para Isabel la fe se traduce en capacidad de acogida agradecida. Le sorprende y agrada la presencia de María. La proclama dichosa por haber creído a Dios y reconoce la grandeza de María, por ser la madre de su Señor.

Las dos mujeres son conscientes de la acción del Espíritu Santo en lo más íntimo de sus entrañas. El encuentro les produce una profunda alegría, que se explica no solo por el cariño que provocan los lazos de la carne y de la sangre, sino por la experiencia compartida de la fe. El Espíritu les une en una especial complicidad, que se pone de manifiesto en los saltos de alegría del hijo de Isabel en su vientre, al experimentar la cercanía del Enmanuel, del Dios con nosotros. El Espíritu es el motor del gozo y la esperanza de estas dos mujeres protagonistas indiscutibles de la historia de la salvación, que se pone de manifiesto en este texto del Evangelio de Lucas.

Al saludo de María, Isabel responde con una doble bendición. La primera sobre María, la elegida de Dios para ser madre del Salvador.  La segunda sobre el fruto de su vientre, Jesús, en quien se cumplen todas las promesas. El pastor que trae la paz, del que habla el profeta Miqueas y que viene a hacer la voluntad de Dios, como recuerda la Carta a los Hebreos.

Son mujeres en estado de buena esperanza. Esperan un hijo cada una de ellas. Se unen en las dos  la alegría, la acción de gracias, la bendición y la esperanza.

Para nosotros, los creyentes, también la fe, acogida con un corazón agradecido, como un gran don de Dios, tiene que traducirse, siguiendo el ejemplo de María, en capacidad de salir al encuentro del otro en actitud de servicio.

En tiempo de Adviento los cristianos estamos llamados a vivir la alegría y la acción de gracias ante un Dios que, en el misterio de la Encarnación, hace realidad el cumplimiento de sus promesas. Cada uno de nosotros está invitado a vivir en estado de buena esperanza y a dar a luz a Jesucristo, haciéndole presente en nuestro mundo de hoy con nuestra forma de ser y de actuar.

Ahora nos  preguntamos:

¿Es la fe el mejor regalo y tesoro de mi vida? ¿La acojo con un corazón agradecido a Dios? ¿Soy una persona capaz de ser sensible a las necesidades de los otros? ¿Fomento en mi vida la actitud de servicio? ¿Salgo de mi mismo, de mis cosas y de mis seguridades, para encontrarme con los demás? ¿Soy una persona abierta al Espíritu y en estado constante de buena esperanza? ¿En medio de las dificultades de nuestro mundo de hoy, creo que Jesús sigue siendo buena noticia y fuente de vida y alegría?

Fr. Francisco José Collantes Iglesias O.P.

sábado, 7 de diciembre de 2024

"HÁGASE EN MI SEGÚN TU PALABRA"


Reflexión del Evangelio Domingo 8 de Diciembre de 2024. Solemnidad de la Inmaculada Concepción. 2º de Adviento.

En este tiempo de incertidumbres de diversa índole, en nuestro caminar como creyentes cristianos por la liturgia del Adviento hacia la Natividad del Señor, celebramos hoy la gran solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Virgen María.

Quizás porque lo que acontece en el Misterio de Dios sea algo así como el devenir de un continuo e ininterrumpido presente, cuanto nosotros captamos en el tiempo esté en íntima conexión con los acontecimientos salvíficos acaecidos y protagonizados por el Señor Jesucristo, Hijo de Dios, nacido de María, Virgen; y Señor y Salvador nuestro; todo ello tan densamente expresado por San Pablo en su carta a los cristianos de Filipenses, que hoy se nos ofrece como segunda lectura.

Es a esta luz de los misterios de la Encarnación y Redención del Señor Jesucristo a la que podríamos contemplar, agradecer y vivir esta hermosa solemnidad de la Concepción Inmaculada de María, Virgen y Madre de Dios.

Contemplar la belleza de quien está, por don del Eterno Padre, libre de toda acechanza del Mal, incluyendo el momento mismo de su concepción.

Una canción tradicional a la Virgen María lo expresa con sencillez y hondura admirables: “Que más pura que tú sólo Dios”.

Agradecer esta belleza sin par: En María se nos permite entrever el plan original de Dios al crear al ser humano, truncado por la caída de Eva y Adán, que nos recuerda hoy la primera lectura del libro del Génesis (3, 9-16.20).

Contrasta con esta rebeldía al plan de Dios la admirable y plena docilidad de María a la propuesta del Ángel que nos narra San Lucas en el texto evangélico (1, 26-38). Por este “SÍ”, que inicia la obra redentora, María es plenitud de luz, de belleza, de consonancia sin fisuras con el proyecto de Dios; y razón, más que sobrada, para que hoy, y siempre, nuestra gratitud sea el punto de partida en toda nuestra relación con el Misterio Divino; pues no en vano somos, hemos de ser, “alabanza de su gloria” (Ef 1, 12 y Sal 97 -responsorial de hoy-).

Por todo lo comentado, la figura, y todo el ser de la Virgen María, nos invita hoy a vivir y testimoniar este proyecto de esperanza y de lucha contra el mal: En la meta de nuestro caminar está la Gloria del Resucitado, garantía y fuente de sentido que plenifica nuestros anhelos más profundos. Esta Inmaculada Concepción de María, y la victoria de su Hijo sobre todo mal, vienen a reforzarnos, una vez más, en el acertado anuncio de uno de nuestros himnos litúrgicos: “Peregrinos, en esperanza caminamos; que si arduos son nuestros caminos, sabemos bien a donde vamos”.

Y junto a la firme esperanza, el renovado compromiso de nuestra lucha contra el mal.

Hace unas semanas, con motivo de los resultados de las elecciones presidenciales en los Estados Unidos, y sus repercusiones a nivel europeo y mundial, el Presidente de Grecia ofrecía un pensamiento, referido a Europa, que nos puede ser muy provechoso.  “Europa, apuntaba, no puede cambiar el mundo, pero sí puede cambiarse a sí misma en este mundo cambiante”.

Es un buen programa para nuestra tarea personal de vigilancia, de conversión, de lucha contra el mal. No podremos cambiar el mundo, pero sí podemos cambiar nuestro espacio vital llenándolo de la esperanza y del amor que nos vienen del plan de Dios para toda la humanidad.

María, desde su Inmaculada Concepción, nos invita a estar atentos y a cambiar en nosotros mismos todas nuestras propensiones al mal: Envidias, celos, juicios, adicciones, desprecio y manipulación y extorsión a la vida del ser humano, distorsión de la verdad, connivencia con la injusticia, aparición de sutiles nuevas formas de esclavitud, generación de violencias y divisiones, increíbles guerras implacablemente destructivas, relativismos que nos confunden en la valoración de la realidad que nos rodea y de lo que nos constituye como humanos... y un largo etcétera que podríamos seguir enumerando. En cada lucha y en cada victoria contra el mal en sus variadas manifestaciones seguimos aplastando la cabeza de la astuta y maligna  serpiente. Conscientes de que para que el mall progrese basta con que las personas de bien no hagamos nada por detenerlo.

Vueltos nuestros ojos y corazón a nuestra Madre Inmaculada, nos dejamos interrogar por Ella: ¿Qué mal debo acometer en mí mismo, en mi entorno familiar, social, laboral o estudiantil?

¿Qué signos de esperanza puedo y debo ofrecer para garantizar a quienes cruzan por mi vida, que pese a todo, mañana será un día mejor; y el último mañana será plenitud de Vida y Amor?

Fr. César Valero Bajo O.P.