Reflexión Evangelio del Domingo 15 de Mayo de 2022. 5º de Pascua.
1. Estamos, en el evangelio de
Juan en la última cena de Jesús. Ese es el marco de este discurso de despedida,
testamento de Jesús a los suyos. La última cena de Jesús con sus discípulos
quedaría grabada en sus mentes y en su corazón. El redactor del evangelio de
Juan sabe que aquella noche fue especialmente creativa para Jesús, no tanto
para los discípulos, que solamente la pudiera recordar y recrear a partir de la
resurrección. Juan es el evangelista que más profundamente ha tratado ese
momento, a pesar de que no haya descrito la institución de la eucaristía. Ha
preferido otros signos y otras palabras, puesto que ya se conocían las palabras
eucarísticas por los otros evangelistas. Precisamente las del evangelio de hoy
son determinantes. Se sabe que para Juan la hora de la muerte de Jesús es la
hora de la glorificación, por eso no están presentes los indicios de tragedia.
2. La salida de Judas del
cenáculo (v.30) desencadena la “glorificación” en palabras del Jesús joánico.
¡No!, no es tragedia todo lo que se va a desencadenar, sino el prodigio del
amor consumado con que todo había comenzado (Jn 13,1). Jesús había venido para
amar y este amor se hace más intenso frente al poder de este mundo y al poder
del mal. En realidad esta no puede ser más que una lectura “glorificada” de la
pasión y la entrega de Jesús. Y no puede hacerse otro tipo de lectura de lo que
hizo Jesús y las razones por las que lo hizo. Por ello, ensañarse en la pasión
y la crueldad del su sufrimiento no hubiera llevado a ninguna parte. El
evangelista entiende que esto lo hizo el Hijo del hombre, Jesús, por amor y así
debe ser vivido por sus discípulos.
3. Con la muerte de Jesús
aparecerá la gloria de Dios comprometido con él y con su causa. Por otra parte,
ya se nos está preparando, como a los discípulos, para el momento de pasar de
la Pascua a Pentecostés; del tiempo de Jesús al tiempo de la Iglesia. Es lógico
pensar que en aquella noche en que Jesús sabía lo que podría pasar tenía que
preparar a los suyos para cuando no estuviera presente. No los había llamado
para una guerra y una conquista militar, ni contra el Imperio de Roma. Los
había llamado para la guerra del amor sin medida, del amor consumado. Por eso,
la pregunta debe ser: ¿Cómo pueden identificarse en el mundo hostil aquellos
que le han seguido y los que le seguirán? Ser cristiano, pues, discípulo de
Jesús, es amarse los unos a los otros. Ese es el catecismo que debemos vivir.
Todo lo demás encuentra su razón de ser en esta ley suprema de la comunidad de
discípulos. Todo lo que no sea eso es abandonar la comunión con el Señor
resucitado y desistir de la verdadera causa del evangelio.
Fray Miguel de Burgos Núñez
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