sábado, 3 de mayo de 2025

¿ME AMAS?

 

Reflexión Evangelio Domingo 4 de mayo de 2025. 3º del Tiempo Ordinario.

Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres

Esta fue la respuesta que Pedro, en nombre de los Apóstoles, dio al Sumo Sacerdote en Jerusalén, quien les reprochó haber desobedecido la orden de no predicar en nombre de Jesús. Por principio, los cristianos no somos desobedientes ni rebeldes ante las leyes humanas justas. Todo lo contrario, predicamos con firmeza que hay que acatarlas, que hay que ser ciudadanos honestos y responsables para contribuir al bien común. El cristianismo forma buenos ciudadanos, preocupados por bien común. Pero cuando las leyes humanas u otras entran en conflicto con la voluntad divina bien discernida, entonces no cabe otra opción: «Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres». Esta obediencia tiene sus costes, como en el caso de Jesús, y después de los Apóstoles. En el pasaje de hoy se nos dice que estos últimos fueron azotados por su atrevimiento y valentía de ante poner a Dios a las órdenes humanas. Esta obediencia tiene también su recompensa: los Apóstoles, abandonaron en Sanedrín contentos por haber sido considerados dignos de sufrir ultrajes por el Nombre de Jesús. En el ejercicio de nuestra obediencia a Dios las contrariedades o dificultades no siempre vienen del exterior, sino que internamente somos tentados de creer que otras cosas nos ofrecen más ventajas o son más atractivas que lo que lo que Dios nos propone como camino para alcanzar la alegría, la paz y la felicidad. Por eso, obedecer supone creer firmemente en Dios y en su palabra. La desconfianza obstaculiza la obediencia. La obediencia verdadera ha de ser generosa, gozosa, amorosa… como la de Jesús.

Esta obediencia es un regalo de Dios, un don y una tarea. Dios da el Espíritu Santo a quienes le obedecen, es decir, no podemos obedecer sin un impulso del Espíritu Santo, pero si acogemos este impulso, el mismo Espíritu intensifica su presencia en nosotros y en la comunidad cristiana.

Obedecer a Dios es esencial para todo cristiano. En la Escritura obedecer a Dios es lo mismo que escuchar su palabra y secundarla. Para Dios tiene más importancia obedecerle que ofrecerle sacrificios. Recordemos que Jesús vivió su relación con el Padre siempre en actitud de obediencia, siempre en actitud de escucha, siempre acogiendo su palabra, siempre poniendo en práctica la más mínima insinuación. Eso muestra la confianza total que Jesús tenía en el Padre. Incluso llegó a decir que su alimento es hacer la voluntad del Padre. La carta a los Hebreos afirma que aunque era Hijo «aprendió la obediencia a través del sufrimiento» (5,8), es decir, que experimentó la obediencia al Padre en medio de pruebas graves y difíciles. Por su parte, san Pablo dirá que Cristo obedeció hasta la muerte y una muerte de cruz.

Obedecer a Dios no restó libertad a Cristo, al contrario, gracias a su obediencia su libertad fue más auténtica y más plena. Lo mismo ocurre en la vida de todo cristiano. La obediencia a Dios nos capacita para una libertad verdadera.

Apacienta a mis corderos

El pasaje evangélico de este domingo nos cuenta la tercera aparición de Jesús resucitado, que sucedió en Galilea, al borde del lago de Tiberíades, donde en otro tiempo Pedro, Santiago y Juan presenciaron otra pesca milagrosa y aceptaron la misión de cambiar sus redes para ser «pescadores de hombres». Como dice alguien, más que hablar de aparición habría que hablar de «manifestación», pues Jesús no viene de otra parte, él está siempre con sus discípulos, como él mimo prometió. Que Jesús sea invisible no significa que esté ausente.

En este pasaje podemos apreciar varios detalles que parecen tener un significado simbólico. Los siete discípulos podemos asociarlos a las siete Iglesias de las que habla el libro del Apocalipsis y que representan a toda la Iglesia, a los discípulos de todos los tiempos. En la pesca podemos ver simbolizada la obra de la evangelización, en la que Jesús precede a sus discípulos, pero, al mismo tiempo, solicita su colaboración. Si esta obra se lleva a cabo por propia iniciativa y no por la iniciativa de Jesús, o si alguien se la apropia, entonces está abocada al fracaso. San Jerónimo decía que el número 153 podría simbolizar la totalidad de especies de peces conocidos en aquella época, es decir, a toda la humanidad a la que va destinado el mensaje de la salvación.

En el diálogo entre Jesús y Pedro, las tres preguntas del Señor nos recuerdan las tres negaciones de Pedro. El Señor le preguntó en primer lugar: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos? El verbo que utiliza Jesús se refiere a un amor sin reservas, total e incondicional. Sin embargo, Pedro le responde diciendo «sí, Señor, tú sabes que te quiero», utilizando un verbo que expresa el amor de amistad, tierno, pero no totalizante. Lo mismo ocurre la segunda vez. La tercera vez Jesús ya no le pregunta si le ama con un amor total, sino que parece conformarse con el único amor del que Pedro es capaz, es decir, con un amor al modo humano, y no al modo de Dios. Jesús le encomendó a Pedro apacentar a sus ovejas o corderos como si de ahora en adelante ocupara su lugar aquí en la tierra, aunque siempre se tratará de las ovejas de Jesús, no de las de Pedro. Jesús seguirá siendo el pastor supremo; Pedro se convertirá en instrumento de la acción pastoral de Jesús en nuestro mundo, prestándole sus manos, su voz, todo su ser para que el Señor se haga presente. Jesús le confió a Pedro esta tarea no porque este lo amara más que los demás, sino que, porque le confió esta tarea, tiene que amarlo más. Cualquier tarea pastoral en la Iglesia, para ser fecunda, tiene que brotar del amor a Jesús y realizarse por amor a él. En esa conversación, Jesús le anunció a Pedro su muerte, que ocurrió casi treinta y siete años después de este encuentro. El pasaje concluye con una invitación al seguimiento.

¿Qué importancia tiene Dios y su Palabra en mi vida?

¿Qué estoy dispuesto a arriesgar por obedecer a Dios, sobre todo cuando su palabra entra en contradicción con las exigencias de mi entorno?

¿Amo al Señor con un amor de preferencia? ¿Ocupa el primer lugar en mi corazón, en mis afectos?

¿Entiendo el tiempo pascual como un tiempo de gracia para avanzar en el camino de la conversión?

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