domingo, 25 de mayo de 2025

LA LUZ DEL RESUCITADO ABRE EL JUBILEO

En la tarde de ayer, la Hermandad del Resucitado abría las puertas del Jubileo de las Cofradías de Semana Santa de Villa del Río.
El calor de primera hora no mermó la ilusión de la Hermandad, que acompañada por la AM Jesús Cautivo, se adentró en las calles que nunca pisó y avanzó entre otras por Juan de la Cruz y Lopera, en Anzarino, los mayores esperaban en las puertas a la vez que en sus balcones ondeaban las colchas y colgaduras.
Tras adentrarse en la estrecha calle Martillo, fue recibido por la voz de Mary Corodba. Más tarde, se encaminó a la Plaza de la Cruz de los Mocitos que los vecinos adornaron como nunca habíamos visto. Bien sabían ellos de la importancia de lo que iba a suceder allí, nada menos que la Santa Misa y Jesús Resucitado en sus casas. Terminada la Eucaristía, en la que intervino Estrella Castro, el Señor se dirigió hacia la Parroquia por su antiguo recorrido por el Jardín del Lirio.
La Agrupación de HH.CC. quiere agradecer el esfuerzo económico y humano de esta Hermandad, así como a los vecinos e Ilmo. Ayuntamiento de Villa del Río por su colaboración.

"LA PAZ OS DEJO, LA PAZ OS DOY"



Reflexión del Evangelio Domingo 25 de Mayo de 2025. 6º del Pascua.

Jesús: gestos, acciones y palabras

El amor fraterno es la señal por la que se reconocerá que somos discípulos de Jesús. Pero hay un matiz más en la vivencia del amor: «si alguien me ama, guardará mis palabras». La encarnación de Jesús puso las bases del Reino de Dios. Él manifestó su novedad con gestos, con acciones concretas y también con sus palabras; él mismo es la Palabra de Dios hecha carne. Hay una relación muy estrecha entre las tres manifestaciones. Quien ama a Jesús debe guardar sus palabras y debe también examinar detenidamente sus comporta­mientos; se completan y se explican mutuamente.

La relación más cercana entre palabra y acción se dio con la resurrección. Desde que Jesucristo resucitó nadie puede entrar en el Reino si no es por medio de Él. Y nada ni nadie puede impedir definitivamente que llegue a su plenitud el Reino de Dios.

Los deseos y los dones finales de Jesús

Jesús es realista. Ve a sus discípulos tristes y acobardados. Viven las últimas horas con su Maestro. ¿Qué sucederá cuando les falte? Les infunde ánimo descubriéndoles sus últimos deseos.

El primero es que no se olvide su mensaje, la Buena Noticia de Dios. Si le aman, esto es lo primero que han de cuidar: «el que me ama, guardará mi palabra…». ¿Qué hacemos nosotros con el Evangelio de Jesús? ¿Lo guardamos fielmente o lo manejamos según nuestros intereses? ¿Lo acogemos en nuestro corazón o lo vamos olvidando? ¿Lo presentamos con autenticidad o lo reconvertimos con nuestras doctrinas?

El segundo deseo va unido al anuncio de que el Padre enviará en su nombre un Defensor. No sentirán su ausencia. El Espíritu Santo los defenderá del riesgo de desviarse de él. Les explicará mejor todo lo que les ha enseñado. Les ayudará a profundizar cada vez más su Buena Noticia. Los educará en su estilo de vida. Los cristianos de hoy, ¿nos dejamos guiar por el Espíritu de Jesús? ¿Sabemos actualizar su Buena Noticia? ¿Hacia dónde nos impulsa hoy su aliento renovador?

Y el tercer deseo y don es la paz. La paz de Jesús es fruto de su unión íntima con el Padre. Nacerá en el corazón de los discípulos si acogen el Espíritu. Es la paz que han de contagiar siempre y nunca perderla.

¿Por qué es tan difícil la paz? ¿Por qué fracasa una y otra vez el diálogo? ¿Por qué se vuelve una y otra vez al enfrentamiento y a la agresión mutua? ¿Por qué se ponen tantos obstáculos a la concordia? Una cosa es cierta: No cualquier persona puede sembrar paz, solo quienes poseen paz pueden ponerla en la sociedad. Con el corazón lleno de resentimiento, de intolerancia, de dogmatismo, se puede movilizar a algunos sectores; con actitudes de prepotencia, de hostilidad, de agresión, se puede hacer política y propaganda electoral, pero no se puede aportar verdadera paz a la convivencia de las gentes.

Nos falta paz porque nos faltan hombres y mujeres de paz. Quienes la poseen en su corazón la llevan consigo y la difunden. Jesús nos dice: «Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde». Mucha gente tiene hambre de Jesús y de su paz. Estamos llamados a ser una Iglesia en salida, caminando juntos, en sinodalidad, hacia una Iglesia más fiel a Jesús y a su Evangelio, con cristianos que acojan el Espíritu de Dios, no pierdan la paz y la siembren.

Hacia la Ascensión y Pentecostés

Las de Jesús en las lecturas de hoy son palabras de despedida que nos acercan a vivir las próximas fiestas de la Ascensión y de Pentecostés. Son palabras que forman parte de un testamento, un tipo de manifestación que humanamente solemos considerar sagrada e inviolable como última voluntad. Son palabras que estamos lejos de vivirlas en plenitud, de cumplirlas. Él nos señala que no podemos pensar siquiera que le amamos si no guardamos sus palabras.

Él mismo nos recomienda a sus seguidores que roguemos insistentemente a Dios para que nos conceda su Espíritu y para que éste nos recuerde constantemente sus pala­bras y nos ayude a comprenderlas y a profundizarlas. Son muchas las situaciones humanas necesitadas de paz verdadera. Si nuestro amor a Jesús es verdadero, será guardando sus palabras como caminaremos hacia la alegría de la paz que él nos da.

sábado, 17 de mayo de 2025

“ COMO YO OS HE AMADO, AMÁOS TAMBIÉN UNOS A OTROS"

Reflexión Evangelio Domingo 18 de Mayo de 2025. 5º del Tiempo Ordinario.

El evangelio de este quinto Domingo de Pascua (Jn 13, 31-33ª- 34-35) nos ofrece dos verdades, que debieran vertebrar toda nuestra vida cristiana, a saber, la glorificación del Hijo de Dios al pasar Jesús de la muerte, a manos de los hombres, a la vida, por voluntad del Padre, y el mandamiento nuevo del amor cristiano como señal identificadora de los discípulos de Jesucristo.

Jesús, una vez que Judas abandona el cenáculo, abre su corazón a los discípulos y manifiesta el sentido profundo de su pasión y muerte. Jesucristo se hizo hombre para dar gloria a Dios, para santificar el nombre de Dios, para salvar al hombre del pecado. Jesús afronta su pasión y muerte aceptando el plan del Padre sobre la redención del hombre, advirtiendo en su vida, muerte y resurrección la glorificación suya y del Padre, pues en toda la vida de Jesús brilla la obediencia amorosa a la voluntad del Padre. Por cinco veces se usa en este texto el verbo glorificar en pasado, presente y futuro, en referencia a la muerte, resurrección y exaltación de Cristo junto al Padre, que implicará también al final la exaltación pascual de sus discípulos. 

El mandamiento nuevo del amor cristiano tiene un modelo, que es el amor redentor de Jesucristo, y también tiene la misma fuente, el Espíritu Santo, que es el amor en la Trinidad, que mueve y orienta toda la vida, muerte y resurrección de Jesús y la vida eterna de sus discípulos. Del amor de Jesús a sus discípulos nace el mandamiento nuevo, un nuevo amor, que será la característica fundamental de sus discípulos, quienes son invitados a establecer una amistad nueva con Jesucristo y entre ellos mediante la fe, la esperanza y la caridad. Y el modelo del amor cristiano es Jesucristo, pues no hay mayor amor que el dar la vida por la persona amada y con este criterio del amor supremo podemos interpretar nosotros el sentido de nuestra vida y el de nuestra misma muerte. 

Ha llegado la hora de Jesús. La palabra ahora Jn 13, v.31 señala el tiempo de la pasión y muerte de Cristo, a saber, la glorificación también del Padre y la victoria de Cristo sobre el mal y la muerte. Es la hora del cumplimiento de la misión de Jesucristo, su misterio pascual, el paso de la muerte a la vida, cuando el príncipe de este mundo es vencido, cuando nace la Iglesia, que camina en el seguimiento e imitación de Jesucristo. Jesús es glorificado en su misterio pascual como el Hijo del Hombre, cuando nace la Iglesia, con la misión de expulsar al príncipe de este mundo y de salvar al hombre del pecado, es decir, con la misión de glorificar a Dios y santificar al hombre.  

He aquí dos descripciones del misterio pascual, cuando la humillación del Hijo abrió el camino a su glorificación junto al Padre. “El soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores; nosotros lo estimamos leproso, herido de Dios y humillado, pero él fue traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes. Nuestro castigo saludable cayó sobre él, sus cicatrices nos curaron. Todos errábamos como ovejas, cada uno siguiendo su camino; y el Señor cargó sobre él todos nuestros crímenes. Maltratado voluntariamente se humillaba y no abría la boca, como cordero llevado al matadero” (Is 53, 4-7).

“Nuestro intelecto, iluminado por el Espíritu de la verdad, debe acoger con un corazón libre y puro la gloria de la Cruz, que difunde sus rayos sobre el cielo y la tierra. Con la luz interior examinemos el significado de lo que dijo el Señor, hablando de su inminente Pasión: ´Ha llegado la hora en que el Hijo del Hombre es glorificado` (Jn 12, 23)… ¡Oh admirable potencia de la Cruz! ¡Oh inefable gloria de la Pasión, donde encontramos reunidos juntos el tribunal del Señor, el juicio del mundo y el poder del Crucificado! Sí, oh Señor, tú atraes a ti toda la creación”. (S. León Magno, Discurso 8 sobre la Pasión del Señor).

Entremos, pues, en el reino de Dios, restablecido por Jesucristo en su pascua, aunque haya que pasar por muchas tribulaciones, hasta descansar en la nueva tierra y en el nuevo cielo. Seguir a Jesucristo es posible sólo con la cruz, sabiendo que sobre la cruz brillará siempre la luz y la presencia de Jesús que nos acompaña llevando siempre el peso principal de nuestra vida.  Este es el mensaje del apóstol a los discípulos de Cristo, recordando que después de la resurrección Jesucristo restablece una nueva relación con él en el amor fraterno, que se realiza en la nueva alianza, el nuevo mandamiento, que se recibe y se vive sobre todo en el sacrificio de la Santa Misa, al cual somos convocados especialmente el día de Domingo.

lunes, 12 de mayo de 2025

SANTA MISIÓN HH.CC. JUBILEO 2025: NTRO. PADRE JESÚS RESUCITADO

 


Con gran alegría anunciamos la que será la primera de las salidas de las Hermandades de nuestro pueblo a los barrios para celebrar la Santa Misa y que se sucederán durante todo el año 2025. Pedimos que los vecinos colaboren adornando y participando en este acontecimiento que organiza la Agrupación de HH.CC. de Semana Santa con cariño para llevar la Esperanza en este año jubilar.

1ª Salida: 

Ntro. Padre Jesús Resucitado.

Sábado, 24 de Mayo. 7 de la tarde.

Santa Misa: 8'30 de la tarde. Plazuela Cruz de los Mocitos.

Itinerario: Pablo Picasso, Juan de la Cruz Criado, Lopera, Anzarino, Martillo, Caldereros, Fuensanta, Cruz de los Mocitos (Eucaristía), Cruz y Pablo Picasso.

Interviene: AM. Jesús Cautivo de Villa del Río.

domingo, 11 de mayo de 2025

"YO DOY LA VIDA POR MIS OVEJAS"

 

Reflexión Evangelio Domingo 11 de Mayo de 2025. 4º de Pascua. Domingo del Buen Pastor.


Jesucristo afirma dos veces en el capítulo décimo de san Juan que Él es “el Buen Pastor” (vv. 11 y 14) y dos veces afirma también que Él es “la puerta” (vv. 7 y 9). Explícitamente dice el Señor que Él ha venido al mundo para que tengamos “vida abundante” (v. 10), que explicita diciendo que es Él quien da “la vida eterna” (v. 28).

 

Jesucristo establece una relación directa con nosotros, pues nos conoce (vv. 14 y 27) y tal conocimiento implica reciprocidad, es decir, que también nosotros necesitamos “conocerle” (cf. v. 14), indicando una reciprocidad como la que existe entre Jesucristo y el Padre del cielo: igual que el Padre me conoce, y yo conozco al Padre (v. 15). Nuestro conocimiento de Jesucristo determina nuestra voluntad para seguirle, con la seguridad de no perecer ni ser arrebatados de sus manos (cf. v. 29), lo que implica una confianza total en quien nos da “vida eterna” (v. 28).

 

Esta confianza total en Jesucristo es la garantía de nuestro vivir diario, avivando siempre nuestra relación personal con el Señor, una relación de verdad concreta, vivencial, práctica para nuestra vida en medio de las dificultades y contrariedades que se presenten a lo largo del camino de nuestra vida. La promesa del Señor es rotunda: Nadie las arrebatará de mi mano, no perecerán para siempre, yo les doy la vida eterna (cf. v. 28).

 

Lo que debemos procurar personalmente es nuestra unión con Jesucristo, contando con la presencia y la acción del Buen Pastor, que nos conoce, que sabe de nosotros y que cuenta con nosotros para dar a conocer su reino en este mundo, tan necesitado de esperanza, de luz. de paz, de amor, de vida verdadera, sí, de “vida eterna”.

 

La última afirmación de la página evangélica es fuertemente polémica para los interlocutores judíos de Jesús, y al mismo tiempo profundamente reveladora de la identidad de Jesús: Yo y el Padre somos uno (v. 30). Los judíos entendieron estas palabras como una blasfemia y agarraron piedras para apedrearlo (v. 31).

 

¿Cómo entendemos nosotros las palabras de Jesús? Jesucristo es el Mesías, se identifica con el Mesías anunciado por los profetas, pero no tal como lo entendían los judíos sino de manera mucho más determinante, pues es Hijo de Dios.

 

Hasta aquí ha de llegar nuestra comprensión de la persona de Jesucristo y desde aquí ha de arrancar nuestro camino como seguimiento, como discípulos de Jesucristo. Bien sabemos que su camino pasa por la cruz y de manera semejante también nuestro camino implica la adhesión a Jesucristo, que lleva consigo la muerte del proprio “yo”, un “morir” que es la primera condición para poder seguir al Maestro (cf. Mc 8,34), que es quien nos da “vida eterna” (v. 28).

 

Sabed que nos dedicamos a los gentiles (Hch 13,46)

La primera lectura da cuenta de la llegada de Pablo y Bernabé a la ciudad de Antioquía de Pisidia durante el primer viaje apostólico, evangelizando Chipre (cf. Hch 13,4-12) y el Asia Menor. El sábado fueron a la sinagoga de Antioquía y Pablo se dirige a la asamblea de los judíos a quienes propone un largo discurso (Hch 13,16-47), del cual la primera lectura presenta, no el contenido, sino la reacción que ofrecieron los judíos que escucharon lo que Pablo acabada de decirles. Al sábado siguiente tiene lugar lo que cuenta la primera lectura: la reacción por parte de los judíos al ver el gran gentío que había acudido para escuchar a Pablo.

 

Nos encontramos con un cambio de estrategia por parte de los misioneros cristianos que, hasta entonces, habían predicado sólo a los judíos. Viendo que éstos se oponían decididamente a la predicación de Pablo, este les dijo con toda claridad: Teníamos que anunciaros primero a vosotros la palabra de Dios; pero como la rechazáis y no os consideráis dignos de la vida eterna, sabed que nos dedicamos a los gentiles. Así nos lo ha mandado el Señor (vv. 46-47). Citando a continuación el texto de Isaías 49,6, el mismo que el anciano Simeón refería al Niño que tenía en sus brazos:  A quien has presentado ante todos los pueblos: Luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel (Lc 2,31-32).

 

Pablo sabe que tiene el encargo de continuar la misión llevada a cabo por el mismo Jesucristo y, viendo que los judíos se oponen con maneras fuertes a su predicación, mientras que son los paganos quienes acogen su predicación, con gran alegría sacudieron el polvo de los pies contra ellos, y se fueron... mientras los discípulos quedaban llenos de alegría y de Espíritu Santo (v. 52).

 

Interesante tomar en consideración la “estrategia” de los apóstoles para cambiar su modo de llevar a cabo la misión. Se necesita apertura de espíritu para contrastar el propio punto de vista con el querer del Espíritu Santo, y esto se llama humildad. Sí, humildad ante la Palabra de Dios, conscientes de que no somos dueños de tal Palabra sino humildes servidores.

 

Tomemos en consideración la respuesta de la Virgen María al ángel de la anunciación: He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra (Lc 1,38).

 

El Cordero los apacentará y los conducirá hacia fuentes de aguas vivas (Ap 7,17)

Jesucristo quiere hacernos partícipes de su intimidad y para esto nos pide que le sigamos de manera decidida. La visión es grandiosa: una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de todas las naciones, razas, pueblos y lenguas. ¡Qué lejos quedan los particularismos! ¡Qué lejos queda el propio “yo”! Una muchedumbre inmensa está de pie, victoriosa, superada la prueba, “dando culto a Dios día y noche”.

 

El Cordero, es decir, Jesucristo, es el centro de la escena, en él descubrimos al pastor y al cordero, a la cabeza y al cuerpo de la iglesia. Nada hay que temer, ni la derrota ni el fallo, ni es necesaria la máscara de la hipocresía. Jesucristo nos promete la vida eterna y nos guía “hacia fuentes de aguas vivas”, que curan toda herida y “enjugará toda lágrima”.

 

¡Cuántas heridas, cuántas lágrimas en nuestro presente, en nuestro mundo, en la familia! Jesucristo, el Cordero, es nuestra fundada esperanza. Necesitamos unirnos a él, seguir sus pasos, vivir su vida, la que nos ofrece en la Eucaristía, la que nos identifica con él mismo.

 

Se habla de “la gran tribulación” y bien se puede referir a todas las luchas y persecuciones que la Iglesia experimenta a lo largo de su historia, también en nuestro tiempo, el tiempo en el que vivimos y somos protagonistas, llamados a dar el testimonio auténticamente cristiano y donde cada persona está llamada a dar su respuesta personal, apoyándose en la seguridad que nos ofrece el mismo Jesucristo, que está con nosotros hasta el final de los tiempos.

 

Jesucristo nos ama no tanto por lo que desearíamos ser sino por lo que somos ya ahora, sus discípulos, sus seguidores, sus apóstoles, sus enviados a este mundo tan necesitado de paz, de esperanza, de amor.

 

¿Cuál debiera ser mi respuesta como persona cristiana, como seguidora de Jesucristo? ¿Cómo afrontar las dificultades que encontramos en el camino de cada día? ¿De qué manera experimentar la presencia de Jesucristo para vivir nuestra fe y para ser testigos creíbles del Evangelio? ¿Qué me dice Jesucristo, el buen pastor? El Señor nos conoce; pero nosotros, ¿le conocemos de verdad? El Señor continúa ofreciéndonos su palabra y dándosenos en la Eucaristía. Espera nuestra respuesta: que le acojamos en nuestro corazón.

jueves, 8 de mayo de 2025

¡BIENVENIDO PAPA LEÓN XIV!

 

Deseamos al nuevo Papa León XIV, un pontificado lleno de PAZ y de prosperidad en una Iglesia Universal y diversa deseosa del AMOR de Cristo.

sábado, 3 de mayo de 2025

¿ME AMAS?

 

Reflexión Evangelio Domingo 4 de mayo de 2025. 3º del Tiempo Ordinario.

Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres

Esta fue la respuesta que Pedro, en nombre de los Apóstoles, dio al Sumo Sacerdote en Jerusalén, quien les reprochó haber desobedecido la orden de no predicar en nombre de Jesús. Por principio, los cristianos no somos desobedientes ni rebeldes ante las leyes humanas justas. Todo lo contrario, predicamos con firmeza que hay que acatarlas, que hay que ser ciudadanos honestos y responsables para contribuir al bien común. El cristianismo forma buenos ciudadanos, preocupados por bien común. Pero cuando las leyes humanas u otras entran en conflicto con la voluntad divina bien discernida, entonces no cabe otra opción: «Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres». Esta obediencia tiene sus costes, como en el caso de Jesús, y después de los Apóstoles. En el pasaje de hoy se nos dice que estos últimos fueron azotados por su atrevimiento y valentía de ante poner a Dios a las órdenes humanas. Esta obediencia tiene también su recompensa: los Apóstoles, abandonaron en Sanedrín contentos por haber sido considerados dignos de sufrir ultrajes por el Nombre de Jesús. En el ejercicio de nuestra obediencia a Dios las contrariedades o dificultades no siempre vienen del exterior, sino que internamente somos tentados de creer que otras cosas nos ofrecen más ventajas o son más atractivas que lo que lo que Dios nos propone como camino para alcanzar la alegría, la paz y la felicidad. Por eso, obedecer supone creer firmemente en Dios y en su palabra. La desconfianza obstaculiza la obediencia. La obediencia verdadera ha de ser generosa, gozosa, amorosa… como la de Jesús.

Esta obediencia es un regalo de Dios, un don y una tarea. Dios da el Espíritu Santo a quienes le obedecen, es decir, no podemos obedecer sin un impulso del Espíritu Santo, pero si acogemos este impulso, el mismo Espíritu intensifica su presencia en nosotros y en la comunidad cristiana.

Obedecer a Dios es esencial para todo cristiano. En la Escritura obedecer a Dios es lo mismo que escuchar su palabra y secundarla. Para Dios tiene más importancia obedecerle que ofrecerle sacrificios. Recordemos que Jesús vivió su relación con el Padre siempre en actitud de obediencia, siempre en actitud de escucha, siempre acogiendo su palabra, siempre poniendo en práctica la más mínima insinuación. Eso muestra la confianza total que Jesús tenía en el Padre. Incluso llegó a decir que su alimento es hacer la voluntad del Padre. La carta a los Hebreos afirma que aunque era Hijo «aprendió la obediencia a través del sufrimiento» (5,8), es decir, que experimentó la obediencia al Padre en medio de pruebas graves y difíciles. Por su parte, san Pablo dirá que Cristo obedeció hasta la muerte y una muerte de cruz.

Obedecer a Dios no restó libertad a Cristo, al contrario, gracias a su obediencia su libertad fue más auténtica y más plena. Lo mismo ocurre en la vida de todo cristiano. La obediencia a Dios nos capacita para una libertad verdadera.

Apacienta a mis corderos

El pasaje evangélico de este domingo nos cuenta la tercera aparición de Jesús resucitado, que sucedió en Galilea, al borde del lago de Tiberíades, donde en otro tiempo Pedro, Santiago y Juan presenciaron otra pesca milagrosa y aceptaron la misión de cambiar sus redes para ser «pescadores de hombres». Como dice alguien, más que hablar de aparición habría que hablar de «manifestación», pues Jesús no viene de otra parte, él está siempre con sus discípulos, como él mimo prometió. Que Jesús sea invisible no significa que esté ausente.

En este pasaje podemos apreciar varios detalles que parecen tener un significado simbólico. Los siete discípulos podemos asociarlos a las siete Iglesias de las que habla el libro del Apocalipsis y que representan a toda la Iglesia, a los discípulos de todos los tiempos. En la pesca podemos ver simbolizada la obra de la evangelización, en la que Jesús precede a sus discípulos, pero, al mismo tiempo, solicita su colaboración. Si esta obra se lleva a cabo por propia iniciativa y no por la iniciativa de Jesús, o si alguien se la apropia, entonces está abocada al fracaso. San Jerónimo decía que el número 153 podría simbolizar la totalidad de especies de peces conocidos en aquella época, es decir, a toda la humanidad a la que va destinado el mensaje de la salvación.

En el diálogo entre Jesús y Pedro, las tres preguntas del Señor nos recuerdan las tres negaciones de Pedro. El Señor le preguntó en primer lugar: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos? El verbo que utiliza Jesús se refiere a un amor sin reservas, total e incondicional. Sin embargo, Pedro le responde diciendo «sí, Señor, tú sabes que te quiero», utilizando un verbo que expresa el amor de amistad, tierno, pero no totalizante. Lo mismo ocurre la segunda vez. La tercera vez Jesús ya no le pregunta si le ama con un amor total, sino que parece conformarse con el único amor del que Pedro es capaz, es decir, con un amor al modo humano, y no al modo de Dios. Jesús le encomendó a Pedro apacentar a sus ovejas o corderos como si de ahora en adelante ocupara su lugar aquí en la tierra, aunque siempre se tratará de las ovejas de Jesús, no de las de Pedro. Jesús seguirá siendo el pastor supremo; Pedro se convertirá en instrumento de la acción pastoral de Jesús en nuestro mundo, prestándole sus manos, su voz, todo su ser para que el Señor se haga presente. Jesús le confió a Pedro esta tarea no porque este lo amara más que los demás, sino que, porque le confió esta tarea, tiene que amarlo más. Cualquier tarea pastoral en la Iglesia, para ser fecunda, tiene que brotar del amor a Jesús y realizarse por amor a él. En esa conversación, Jesús le anunció a Pedro su muerte, que ocurrió casi treinta y siete años después de este encuentro. El pasaje concluye con una invitación al seguimiento.

¿Qué importancia tiene Dios y su Palabra en mi vida?

¿Qué estoy dispuesto a arriesgar por obedecer a Dios, sobre todo cuando su palabra entra en contradicción con las exigencias de mi entorno?

¿Amo al Señor con un amor de preferencia? ¿Ocupa el primer lugar en mi corazón, en mis afectos?

¿Entiendo el tiempo pascual como un tiempo de gracia para avanzar en el camino de la conversión?