Reflexión del Evangelio del Domingo 14 de Enero de 2024. 2º del Tiempo Ordinario.
Juan Bautista no se predicó a
si mismo
Juan Bautista, profeta, mediador,
no se mostró como protagonista… Sí, es verdad, no es este el tema central de Jn
1, 35-42. ¿Por qué plantearlo? Es una oportunidad para aprender de la sabiduría
de los hombres. Juan estaba con dos de
sus discípulos (v.35). Juan indica a sus discípulos quién es el Cordero de Dios
(v.36).
Hemos pecado, posiblemente, de
protagonismo y de proselitismo. Dios, entonces, no ha ocupado el centro de
nuestra vida, no lo hemos sabido descubrir en nuestra vivencia, convivencia con
los demás. Centrándonos en nosotros mismo nos aislamos, cerramos toda
posibilidad de conocer y conocernos, de entender y experimentar qué es la fe,
la esperanza y el amor. Y la cantidad y la posesión son la vara de medir:
tengo, tengo… y, lo más terrible, recurrir a argumentos de “miedo” para someter
a los demás. No fiarse de los que utilizan el “miedo” para hablar de Dios.
¿Puso Juan algún impedimento para
que sus discípulos se fueran con Jesús, el Maestro? Todo lo contrario, cuando
surgieron rivalidades, discusiones entre los discípulos de Juan y los
discípulos de Jesús, el mismo Juan responde: “Yo no soy el Mesías, sino que me
han envidado por delante de él… Él debe crecer y yo disminuir” (Jn 3, 28.30).
La fe en Dios, el seguimiento del Hijo de Dios es una propuesta de libertad.
Maestro, ¿dónde vives?
Llevados de la indicación de
Juan, sus discípulos se acercan a Jesús. Dos cuestiones: Jesús pregunta “¿Qué
buscáis?”. Los discípulos responden: “Rabí – que significa maestro-, ¿dónde
vives?”. (Jn 1,38)
La pregunta de Jesús es: ¿qué es
lo que quieres? ¿cuál es tu anhelo más profundo? ¿qué persigues? Jesús, siempre
remite a uno mimo, cree en el ser humano, lo ama.
La respuesta de los discípulos no
muestra interés alguno por su doctrina, sino: “¿dónde vives?”. No es lo que
piensa, lo fundamental es lo que hace, la manera de vivir, el “proyecto de
vida”.
“Venid y ved” (Jn 1,39). No hay
explicaciones, ni justificaciones, es una invitación a comprobar, ser testigos.
Es una oportunidad para experimentar la realidad de un hombre que Juan señala:
“Ahí está el Cordero de Dios”, y sus discípulos lo identifican como Rabí,
Maestro, al que podemos acudir y nunca defrauda. El Maestro acompaña, enseña,
no impone y da la oportunidad porque sabe y quiere que cada uno sea
protagonista y dueño de su vida, esto es signo de amor, de confianza, espacio
para ser y crecer. Llamados a compartir, a ser personas que entran en relación
con otras personas, capaces de amar. Cada uno es cada uno, inserto en una
relación con los demás, relación marcada por la comunicación, la libertad y el
amor. En esta relación nos encontramos con Dios.
Seguimiento
Todos somos llamados y mirados.
Llamar y mirar tienen que ser un acto de amor. Los discípulos respondieron con
un sí a la invitación del Maestro: “fueron, vieron dónde vivía y se quedaron
con él aquel día…” (Jn 1, 39).
Todos somos llamados y mirados,
invitados a seguir un camino que cada uno ha de descubrir, “vocación”, y
ponerse en marcha. Los caminos son muchos, las opciones múltiples, diferentes,
ninguna es mejor que la otra; toda opción precisa de un compromiso y fidelidad;
elegida libremente ha de ser expresada con responsabilidad. La cuestión no está en la diferencia, no está
en cuál es más importante, la mejor, la cuestión está en la coherencia de vida
que pone y da autoridad a esa vida elegida.
Somos invitados, respondamos, demos
cabida al Señor en nuestro corazón y sigámoslo. Seguir a Jesús no es cuestión
de ir detrás de él sino, más bien, vivir como él. El seguimiento no se concreta en las acciones
sino en lo que nos mueve, motiva, nos lleva a esas acciones, respuestas; porque
el seguimiento es resultado, no de la acción, sino de la manera de mirar, de
considerar, de entender, de valorar, de apreciar, de amar.
En el seguimiento a Jesús
encontraremos dificultades, no somos perfectos. Las dificultades son
oportunidades para aprender, corregir, avanzar, crecer… “Por tanto, hermanos,
esforzaos para afianzar vuestra vocación y elección.” (2Pd 1,10)
¿Escucho o sólo me escucho? Si
solo me escucho, no oigo cuando me llaman, ni llamo, porque estoy cerrado en mí
mismo. ¡Qué triste…!
¿Qué me preocupa más las
apariencias o la sinceridad y coherencia de mí mismo y de mis actos? Es
importante ser conscientes de lo que hacemos y no hacemos.
Caminar tras las huellas de Jesús. Vivir como él vivió que no es repetir lo que hizo, el cómo lo hizo. Vivir como el vivió, ser movidos por los mismos sentimientos. ¿Cuál es el motor de mi vida…?
Fr. José Luis Ruiz
Aznarez OP
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