Reflexión homilética para el Domingo 27 de Mayo de 2018. Solemnidad de la Stma. Trinidad
“Reconoce hoy y medita en tu
corazón que el Señor es el único Dios allá arriba en el cielo y aquí abajo, en
la tierra, no hay otro” Estas palabras que hoy se proclaman en la primera
lectura (Dt 4,39) tienen validez para todo tiempo y lugar.
Esa es la cuestión fundamental:
preguntarnos quién es nuestro Dios y a quién dedicamos nuestra atención y
nuestra adoración. A veces alguien dice que ha pedido a Dios tal o cual favor,
pero, como no lo ha conseguido, ha dejado de creer en Dios.
En efecto, son muchos los que se
dirigen a Dios pidiendo: “Te ruego que me des tal cosa.”. Pero son pocos los
que se dirigen a Dios diciendo: “Te adoro y te amo porque eres Dios y me amas”.
Sin embargo, san Pablo nos
recuerda: “Los que se dejan llevar por el Espíritu de Dios esos son hijos de
Dios” (Rom 8,14). En ese contexto resume él nuestra fe en la Trinidad. El
Espíritu atestigua que somos hijos de Dios y coherederos con Cristo.
TRES PALABRAS
El texto del evangelio que se
proclama en esta fiesta (Mt 28,16-20) nos lleva de nuevo hasta el monte en que
Jesús ha dado cita a sus discípulos. Es la hora de la despedida, que se
concreta en tres palabras que orientan y sostienen nuestra misión: una
revelación, un encargo y una promesa.
En primer lugar, Jesús se
presenta ante los suyos como quien ha recibido todo poder en el cielo y en la
tierra. Evidentemente Jesús desmiente las palabras del diablo, que pretendía
haber recibido el poder y la gloria de los reinos de este mundo (Lc 4,6).
Además, Jesús considera ya
preparados a sus discípulos y los envía en su nombre con una misión de alcance
universal.
Finalmente, Jesús les promete su
asistencia constante. El que había sido anunciado como el Emmanuel, o “Dios con
nosotros” (Mt 1,23) está dispuesto a mantener aquella identidad al decir: “Yo
estoy con vosotros todos los días hasta el final de los tiempos”.
LA CONTRASEÑA
En la misión encomendada a los
discípulos, Jesús les pide que bauticen a las gentes “en el nombre del Padre y
del Hijo y del Espíritu Santo”. Esa referencia a la Trinidad es la contraseña
exclusiva de la vida cristiana.
San Agustín escribió: “Ves la
Trinidad si ves el amor”. Efectivamente, el amor de las tres personas divinas
es su auténtica revelación. Y es la invitación para todos los creyentes.
San Juan de Ávila predicaba que
produce admiración y espanto “ver el cuidado que toda la Santísima Trinidad
tiene y el amor tan grande con que anda tras el hombre”.
El papa Francisco nos ha dicho
que “la Trinidad es comunión de personas divinas, las cuales son una con la
otra, una para la otra y una en la otra: esta comunión es la vida de Dios, el
misterio de amor del Dios vivo… No estamos llamados a vivir los unos sin los
otros, por encima o contra los demás, sino los unos con los otros, por los
otros y en los otros”.
Señor y Dios nuestro, fuente
del amor y de la vida en comunidad, que la misión que nos ha sido encomendada
haga presente en el mundo ese amor del que venimos y al que aspiramos a lo
largo de toda nuestra existencia. Amén.
D. José-Román Flecha Andrés
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