Reflexión Homilética para el Domingo 22 de Abril de 2018. 4º de Pascua.
“No hay salvación en ningún otro, pues bajo el
cielo no se ha dado a los hombres otro nombre por el que debamos salvarnos”
(Hech 4,12). Evidentemente, Simón Pedro se refiere al nombre de Jesucristo. En
su nombre, Juan y él habían curado al paralítico que yacía a la puerta del
Templo.
Los jefes del pueblo y los
ancianos los habían detenido, encarcelado y azotado. Pero no los juzgaban por haber devuelto la
salud a un enfermo. Eso les habría merecido el rechazo de las gentes. Los
apóstoles son juzgados como malhechores precisamente por haber curado a aquel
paralítico en el nombre de Jesús.
Jesús era como la piedra
desechada por los constructores. Pero por voluntad del Padre se había
convertido en la piedra angular de un nuevo edificio (Sal 117). He ahí la gran
contradicción y la fuente de escándalo, entonces y ahora.
LA COMUNIDAD
El evangelio de este domingo
cuarto de Pascua nos ofrece todos los años la alegoría evangélica que nos
presenta a Jesús como el verdadero Pastor de su rebaño. En el contexto en el que
fueron pronunciadas, esas palabras eran una denuncia contra los pastores que no
servían a su pueblo, sino que se servían de él. Hay tres actores en el relato:
- El lobo ataca a los rebaños.
Roba las ovejas y las dispersa. Estas imágenes no pueden ser ignoradas. El
texto evangélico tiene ya presentes a las comunidades que son atacadas,
divididas y dispersadas por los que buscan sus intereses y traen la muerte.
- Hay responsables de la
comunidad que se comportan como asalariados.
No les importan las ovejas. No están dispuestos a defenderlas. En
consecuencia, las abandonan en el momento en que se presenta el peligro.
- El pastor verdadero se interesa
por sus ovejas. En realidad, está dispuesto a dar su vida por ellas. Y, además,
se interesa por otras ovejas que no pertenecen a su rebaño o le han sido
arrebatadas. Hace lo posible por atraerlas a la comunidad.
LA REVELACIÓN
Esta alegoría evangélica contiene
una de las revelaciones más importantes sobre Jesús: sobre su identidad y sobre
su misión: “Yo soy el buen Pastor, que conozco a mis ovejas y las mías me
conocen, igual que el Padre me conoce y yo conozco al Padre”.
- “Yo soy el buen Pastor”. Era
esta una imagen muy familiar para el pueblo de Israel. Con ella se revelaba el
amor de Dios a su pueblo. Y la comunidad cristiana habría de ver en ella la
imagen del Señor que se cuidaba de ella.
- “Conozco a mis ovejas y las
mías me conocen”. La expresión refleja
la cercanía y la intimidad de Jesús con cada uno de los que le siguen. Si Jesús
los conoce personalmente, ellos han de esforzarse por conocerlo y reconocerlo
cada día.
- “Como el Padre me conoce y yo
conozco al Padre”. No se puede olvidar
esta comparación final. La relación existente entre el Padre y Jesús ha de ser
el modelo y la pauta para las relaciones entre los miembros de la comunidad y
sus pastores.
Señor Jesús, te reconocemos
como nuestro verdadero Pastor. Conocemos tu solicitud por cada uno de nosotros.
Te agradecemos el don de tu vida. Y queremos seguir tus pasos y esforzarnos por
construir una comunidad digna de ti. Bendito seas por siempre. Amén.
D. José-Román Flecha Andrés
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