Reflexión homilética para el Domingo
25 de Febrero de 2018. 2º de Cuaresma. B.
“Juro por mí mismo –oráculo del Señor-: por
haber hecho esto, por no haberte reservado tu hijo, tu hijo único, te
bendeciré, multiplicaré a tus descendientes como las estrellas del cielo y como
la arena de la playa” (Gén 22,16-17). El domingo pasado recordábamos el pacto
de Dios con Noé. La primera lectura de hoy nos presenta esta alianza de Dios
con Abraham.
A muchos ha escandalizado la
decisión de Abraham de sacrificar a su hijo Isaac. Seguramente, el texto trata
de mostrar la diferencia entre los hebreos y los pueblos cananeos. Si estos
sacrificaban sus hijos ante sus dioses de la fertilidad, el Dios de Israel solo
desea el gesto de la fe y la obediencia de los creyentes.
Pero este texto tan rico subraya
también la generosidad de Abraham que no dudaba en entregar a su hijo. Esa es
la grandeza y la radicalidad de la fe.
San Pablo atribuye esa generosidad al mismo Dios que entregó a su propio
Hijo por nosotros (Rom 8,31-36).
LA VOZ DE LO ALTO
El evangelio de este segundo
domingo de cuaresma retorna sobre la misma idea de la entrega del Hijo. Como
todos los años, en este día se ofrece a nuestra meditación el misterio de la
Transfiguración de Jesús en lo alto de un monte. Y, al igual que a sus
discípulos predilectos, también a nosotros
se nos invita a escuchar la voz que sale de la nube de su gloria: “Este
es mi Hijo amado, escuchadlo” (Mc 9,7).
- Jesús es el Hijo de Dios. En el
monte también nosotros descubrimos que Dios es Padre. En un mundo que desprecia
la paternidad, sabemos que no estamos huérfanos. En Jesús se nos revela la
gloria del mismo Dios, que se abaja hasta nuestra pobreza y nuestra miseria.
- Jesús es el Hijo amado por
Dios. En el monte también nosotros descubrimos que Dios es amor. En un mundo
que vive en la indiferencia, sabemos que nuestra causa le interesa. En Jesús se
nos muestra la ternura de Dios, que nos comprende y nos perdona.
- Jesús es el Maestro y el
Profeta enviado por Dios. En el monte también nosotros descubrimos que Dios nos
habla. En un mundo que se ve invadido por los falsos profetas, como ha dicho el
papa Francisco, sabemos que en Jesús podemos oír la palabra de la verdad.
EL TESTIMONIO
Con todo, no podemos permanecer
siempre en el monte, en el que se nos revela la gloria y la cercanía de Dios.
También nosotros tenemos que descender al valle de la cotidianidad y la rutina.
Mientras bajamos al llano, Jesús nos da un aviso.
- En primer lugar, nos exhorta a
la discreción. El llamado “secreto mesiánico”, tan característico del evangelio
de Marcos, se traduce hoy en la necesidad de ese testimonio cristiano que se expresa en la
coherencia de la vida.
- En segundo lugar, Jesús nos
invita a meditar el misterio de su entrega a la muerte y a anunciar a todo el
mundo su resurrección de entre los muertos.
Padre de los cielos, Tú nos has
entregado a tu hijo amado. En él hemos descubierto tu gloria y tu amor. Gracias
a su vida, su muerte y su resurrección, queremos ser testigos de tu bondad y de tu gracia. Por el mismo
Jesucristo nuestro Señor. Amén.
D. José-Román
Flecha Andrés
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