Reflexión homilética para el Domingo 15 de Octubre de 2017. 28 del Tiempo Ordinario, A.
“Aquel día preparará el Señor del
universo para todos los pueblos, en este monte, un festín de manjares
suculentos, un festín de vinos de solera; manjares enjundiosos, vinos
generosos” (Is 25,6). En este poema el profeta Isaías ve a Jerusalén como el
santuario al que se dirige la peregrinación de todos los pueblos.
Para todos los que llegan
cansados del camino, hambrientos y exhaustos, Dios tiene preparado un
espléndido banquete. Y no solo eso. El Señor liberará a los pueblos de su
ignorancia y de sus dolores. Es más: los liberará del último mal que es la
muerte. Dios invita a todos al festín de la vida y de la alegría.
A esa promesa, que se hace actual
en la eucaristía, respondemos con el salmo 22: “Tú bondad y tu misericordia me
acompañan todos los días de mi vida, y habitaré en la casa del Señor por años
sin término”. Como escribía san Pablo a los fieles de Filipos, también nosotros
podemos decir: “Todo lo puedo en aquel que me conforta” (Flp 4,13).
UNA DOBLE INVITACIÓN
La comparación de la era mesiánica
con un banquete, utilizada ya por el poema del profeta Isaías y también por el
evangelio de Mateo (Mt 8,11-12), reaparece en el evangelio que se proclama en
este domingo. Un rey celebra la boda de su hijo y envía mensajeros a dos grupos
de invitados.
“Tengo preparado el banquete, he
matado terneros y reses cebadas y todo está a punto. Venid a la boda”. El
banquete mesiánico ha sido preparado directamente para los hijos del pueblo de
Israel. Dios les ha mostrado continuamente su predilección. No los llama a
sufrir como esclavos, sino a participar de la alegría de un banquete de bodas.
“La boda está preparada, pero los
convidados no se la merecían. Id a los cruces de los caminos y a todos los que
encontréis, llamadlos a la boda”. El texto indica que los hijos de Israel han
puesto sus excusas para no aceptar la invitación. Y el Rey convida a los de
fuera, es decir a los paganos. El banquete se abre a todos los pueblos.
EL VESTIDO DE BODA
La parábola señala que la sala se
llenó de comensales. Pero el rey repara en uno que no ha llegado con traje de
fiesta. Y lo interpela con seriedad:
“Amigo, ¿cómo has entrado aquí
sin el vestido de boda? Los cristianos venidos del mundo pagano podían sentirse
felices de haber heredado los bienes preparados para Israel. Pero no debían
continuar con los hábitos de su anterior paganismo.
“Amigo, ¿cómo has entrado aquí
sin el vestido de boda? El Señor nos invita a todos a participar del banquete
de la gracia y de los sacramentos. Pero no debemos vivir esa vida nueva con las
actitudes del hombre viejo.
“Amigo, ¿cómo has entrado aquí
sin el vestido de boda? Según el papa Francisco, la invitación al banquete es
gratuita, generosa y universal. Solo exige una condición: “vestir el traje de
bodas, es decir, testimoniar la caridad hacia Dios y el prójimo”.
Padre nuestro, tú sabes que con
frecuencia nos hemos sentido desorientados ante las encrucijadas de este mundo.
Te damos gracias por habernos invitado a la fiesta de tu Hijo. Ayúdanos a
vivirla con responsabilidad y con fidelidad. Por el mismo Jesucristo nuestro
Señor. Amén.
D. José-Román Flecha Andrés
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