Reflexión homilética para el Domingo 20 de Julio de 2017. 17 del Tiempo Ordinario, A.
“Te concedo un corazón sabio e
inteligente, como no lo ha habido antes ni surgirá otro igual despues de ti”
(1Re 3,12). Así responde el Señor a la oración de Salomón. El joven rey,
sucesor de David, solo le había pedido un corazón dócil para gobernar a su pueblo,
para discernir el mal y el bien. Eso le bastaba.
Y al Señor le había agradado que
Salomón no pidiera una larga vida para sí mismo ni una corta vida para sus
enemigos. El rey había pedido sabiduría y discernimiento para poder reconocer
el sentido profundo de la vida: la suya y la de su pueblo. Un corazón sabio
equivale a una conciencia recta. Ese es un gran ideal humano y un gran don
divino.
Haciendo nuestro el talante de
Salomón, proclamamos con el salmista: “¡Cuánto amo tu voluntad, Señor!” (Sal 118).
San Pablo nos dice que “a los que aman a Dios todo les sirve para el bien” (Rom
8,28). Y esa es también nuestra experiencia.
LA MEJOR OPCIÓN
Se podría decir que el lema de
este domingo 17º del Tiempo Ordinario es que “la mejor opción es obrar según el
plan de Dios”. La felicidad está en acertar en la opción fundamental de nuestra
vida. Pues bien, esa gran verdad Jesús la expone en tres parábolas (Mt
13,44-52).
- La primera nos presenta a un
jornalero o tal vez un caminante. En un campo encuentra un tesoro oculto. Lo
esconde de nuevo, y lleno de alegría vende todo lo que tiene y con el dinero
conseguido compra el campo aquel. Su desprendimiento es una ganancia.
- La segunda imagina a un
comerciante de perlas finas. Un día encuentra una de gran valor. También él
vende todo lo que tiene para poder comprar aquella perla. No desprecia lo que
tiene, sino que aprecia de verdad lo que siempre ha ido buscando.
- La tercera parábola evoca la
red que los pescadores arrojan al mar. Es cierto que recoge toda clase de
peces. Pero en un segundo momento, los pescadores los seleccionan
cuidadosamente. Reúnen los buenos en cestos y los malos los tiran.
Las tres imágenes representan el
reino de Dios. Las tres subrayan su valor. Y sugieren la necesidad de
establecer una recta jerarquía de valores. Hay que valorar lo que realmente
vale.
LA ESCUCHA Y LA ACCIÓN
Todo el discurso de las parábolas
se cierra con una pregunta que Jesús dirige a sus discípulos: “¿Habéis
entendido todo esto?” (Mt 13,51). Como en tantas otras ocasiones, esta pregunta
de Jesús nos interpela también a nosotros.
- “¿Habéis entendido todo esto?”
Es preciso oír y escuchar atentamente la palabra del Señor. En ella encontramos
no tanto la erudición como la sabiduría.
- “¿Habéis entendido todo esto?” No
basta con escuchar. Es necesario entender y aceptar el mensaje de salvación que
la palabra evangélica contiene para cada uno de nosotros.
- “¿Habéis entendido todo esto?”
Y finalmente, es obligado reflexionar sobre el mensaje de Jesucristo para poder
anunciarlo con verdad y dar testimonio de él con nuestra vida.
Señor Jesús, tu sabes bien que
muchas veces hemos preferido los bienes de este mundo antes que el bien de
salvación que tú nos has presentado. Reconocemos que esa elección ha sido
equivocada. Concédenos la sabiduría necesaria para descubrir el valor del reino
de los cielos y para preferirlo de verdad a todos nuestros proyectos e
intereses. Amén.
D. José-Román Flecha Andrés
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