Reflexión Homilética para el Domingo 2 de Abril de 2017. 5º de Cuaresma.
“Yo mismo abriré vuestros sepulcros y os haré
salir de vuestros sepulcros, pueblo mío, y os traeré a la tierra de
Israel”. Este mensaje de Ezequiel (Ez
37,12) iba dirigido al pueblo que había sido deportado a Babilonia. El profeta
le anunciaba de parte de Dios la promesa de rescatarlo de la esclavitud y
devolverlo a su tierra.
Aunque todavía no se había
llegado a asumir y profesar la fe en la resurrección de los muertos, el
lenguaje estaba preparado para admitir como una resurrección la intervención de
Dios a favor de los oprimidos. Muchos creían ya que Dios es el Señor de la
vida. Por eso puede infundir en ellos su espiritu para que vivan de verdad y
para siempre.
El salmo responsorial del domingo
5º de Cuaresma evoca este poder de Dios sobre la historia y la peripecia
humana: “Del Señor viene la misericordia, la redención copiosa”.
En la segunda lectura que hoy se
proclama, San Pablo subraya el papel de Jesucristo en nuestra resurrección: “Si
el Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros,
el que resucitó de entre los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros
cuerpos mortales, por el mismo Espíritu que habita en vosotros” (Rom 8,11).
EL DIÁLOGO
Aunque este año se proclama el
evangelio según san Mateo, durante tres domingos de cuaresma leemos unos
relatos de Juan que recogen las imágenes del agua, la luz y la vida. Toda una
catequesis prebautismal que nos invita a meditar sobre el don de una existencia
iluminada por el misterio pascual de Jesucristo.
Al llegar a la casa de su amigo
Lázaro, muerto recientemente, Jesús mantiene con Marta un diálogo tan profundo
como esperanzado. Marta sabe que Dios concederá a Jesús lo que le pida. Jesús
le asegura que su hermano resucitará. Y ella confiesa una fe que se iba
abriendo camino en el pueblo: “Sé que resucitará en la resurrección en el
último día.
Ahí se inserta la gran revelacion
de Jesús: “Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya
muerto vivirá; y el que está muerto y cree en mí, no morirá para siempre.
¿Crees esto?” Esa es la pregunta definitiva, la que marca toda diferencia en el
campo de las creencias. Pues bien, Marta cree que Jesús es el Cristo, el Hijo
de Dios, el esperado.
EL SEPULCRO
Pero el diálogo sobre la vida no
ha llevado a Jesús a olvidar que la muerte ha llegado a la casa de sus amigos.
Su pregunta por la sepultura de Lázaro no indica una simple curiosidad. Sus
lágrimas revelan la sinceridad de su amor ante todos los presentes.
- “Lázaro, sal afuera”. Esa es la orden que el Señor de la vida
grita con voz potente ante la entrada del lugar donde se ha helado la
esperanza.
- “Lázaro, sal afuera”. Esa es la invitación que el Señor de la
Iglesia le dirige para que ella abandone su cansancio y somnolencia y dé
testimonio de la vida.
- “Lázaro, sal afuera”. Ese es el imperativo que Jesús nos dirige a
todos los que vamos arrastranndo una existencia mortecina que no puede suscitar
el entusiasmo.
Señor Jesús, tú nos has dicho
que nadie tiene amor tan grande como el que da la vida por los amigos. Sabemos
que el dar la vida al amigo determinó que tus enemigos adelantaran la hora de
tu muerte. También hoy, tú que eres el camino, la verdad y la vida, nos
rescatas del sepulcro. Bendito seas, Señor. Amén.
D. José-Román Flecha
Andrés
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