Reflexión homilética para el Domingo 30 de Abril de 2017. 3º de Pascua.
“Dios resucitó a Jesús y todos
nosotros somos testigos” (Hech 2,32). Pedro acaba de referirse a los hechos que
Jesús llevó a cabo. Ha recordado a los oyentes que ellos lo mataron en una
cruz, por medio de paganos. Y en tercer lugar, proclama su resurrección: “No
era posible que la muerte lo retuviera bajo su dominio
Nos llama la atención el
contraste entre aquel Simón Pedro que negaba haber conocido a Jesús y este
apóstol que, acompañado por los Once, se dirige con tanto valor a los judíos y
vecinos todos de Jerusalén. He ahí el efecto de la efusión del Espíritu en
Pentecostés.
El salmo 15 que hoy cantamos es
uno de los primeros textos que expresan la esperanza de la resurrección: “Me
enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia, de
alegría perpetua a tu derecha”.
Con razón en la segunda lectura
de este día se vincula esa esperanza a la fe: “Por Cristo vosotros creéis en
Dios, que lo resucitó y le dio gloria, y así habéis puesto en Dios vuestra fe y
vuestra esperanza” (1 Pe 1,21).
LA VIDA
El evangelio nos presenta a dos
discípulos que se dirigen a Emaús. Las mujeres habían inquietado a la
comunidad, diciendo que no encontraban el cuerpo de Jesús. Pero ellos ya habían
decidido alejarse de Jerusalén. Hoy muchos se parecen a Cleofás y el otro
discípulo. Han perdido la fe. Y no buscan más razones ni más pruebas.
Simplemente se alejan.
Los dos discípulos que caminan
hacia Emaús son alcanzados por otro caminante que parece ignorar lo que ha
ocurrido en Jerusalén. Los peregrinos le dicen: “Nosotros esperábamos que él
fuera el futuro liberador de Israel”. He ahí una de las claves del relato. El
camino de Emaús es la confesión de una fe demasiado terrena y de una esperanza
frustrada.
Pero los discípulos todavía
conservan la capacidad para escuchar y aceptar una corrección. También hoy el
peregrino acepta compartir con nosotros los alimentos que apenas pueden calmar
nuestra hambre. Entre sus manos, el pan adquiere el significado de la vida que
él nos ha dado con su palabra y que esperamos compartir con él para siempre.
EL PAN
Este hermoso relato culmina con
el retorno de los dos discípulos a Jerusalén. Los otros cuentan que el Señor se
ha aparecido a Simón Pedro y ellos confiesan que “lo reconocieron al partir el
pan”. Ese es su testimonio Y ese es su testamento y su herencia para el futuro.
- “Lo reconocieron al partir el
pan”. Los que habían seguido a Jesús por los caminos y habían visto cómo oraba
antes de partir y compartir el pan no podían olvidar aquellos gestos. En ellos
reconocieron al que se había entregado como pan.
- “Lo reconocieron al partir el
pan”. Por ese gesto ha sido reconocida la Iglesia. Y por ese gesto habrá de ser
reconocida en un mundo en el que no es habitual dar gracias a Dios y compartir
con los demás los dones recibidos.
- “Lo reconocieron al partir el
pan”. Realizado con verdad, ese gesto revela la sinceridad de la piedad hacia
Dios y la generosidad de la entrega a los hermanos. Por ese gesto será
reconocido cada uno de los cristianos como seguidor de Jesús.
Señor Jesús, hoy queremos
invitarte a quedarte con nosotros porque atardece. Agradecemos que hayas
aceptado nuestra cena humilde. Te contemplamos sentado a la mesa con nosotros.
Y te pedimos que nos des la luz y la fuerza para ser testigos de tu vida y de tu
resurrección. Amén.
D. José-Román Flecha Andrés
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