Solemnidad de la Madre de Dios, 1 de enero de 2017.
“Cuando se cumplió el tiempo establecido, Dios envió a su
Hijo, nacido de una mujer y sujeto a la Ley, para redimir a los que estaban
sometidos a la Ley y hacernos hijos adoptivos.” Así resume san Pablo el
misterio de la Encarnación del Hijo de Dios (Gál 4,4).
El Hijo que vive en la eternidad es enviado por Dios y, sin
embargo, nace en el tiempo de una mujer. Lo divino ha entrado en la esfera de
lo humano. Y ahí está María como hospedera terrena del misterio celestial.
Madre del Hijo de Dios, tan divino que puede hacerse humano. Tan humano que nos
revela lo divino.
María es la Madre de Dios. “El dogma de la maternidad divina
de María fue para el Concilio de Éfeso y es para la Iglesia como un sello del
dogma de la Encarnación, en la que el Verbo asume realmente en la unidad de su
persona la naturaleza humana sin anularla”. Así lo escribió san Juan Pablo II
(Redemptoris Mater, 4).
LOS MENSAJEROS
Con un lenguaje no menos profundo, pero sí más cercano a la
experiencia humana, el evangelio de Lucas nos hace presente una escena que
siempre imaginamos nocturna: “Los pastores fueron rápidamente adonde les había
dicho el ángel del Señor, y encontraron a María, a José y al recién nacido
recostado en el pesebre” (Lc 2,16).
• Los pastores escuchan el mensaje celestial, encuentran al
que les ha sido anunciado y ellos, a su vez, transmiten el mensaje recibido. La
luz de lo alto los guía en la noche. Escuchar, ver y anunciar. He ahí las tres
actitudes que caracterizan a los creyentes, es decir, a los que se asoman a los
misterios divinos, que transforman a los humanos.
• Como se sabe, los pastores eran despreciados por la
sociedad. No eran aceptados como testigos ante los tribunales. Y, sin embargo,
ellos son los elegidos por Dios para dar testimonio de su presencia en el
mundo. Los evangelizados se transforman en evangelizadores.
EL CORAZÓN
El evangelio de Lucas añade todavía una interesante
observación sobre la Madre de Jesús: “María conservaba todas estas cosas y las
meditaba en su corazón”. ¿Cómo podía vivir con indiferencia el hecho que
transformaba toda su vida?
• “María conservaba todas estas cosas”. Recordar es pasar
por el corazón los acontecimientos que nos importan. María es modelo de muchas
actitudes. También de la actitud de la acogida. No se puede morir de sed si se
pasa junto a la fuente y se la ignora. Nadie puede ser salvado si desprecia al
Salvador.
• “María meditaba estas cosas en su corazón”. Meditar es
reflexionar sobre lo que realmente es importante para la vida. Aprender a
saborear lo verdadero, lo bueno y lo bello. Hasta que nuestro corazón llegue a
vivir en sintonía con Aquel que es la Verdad, la Bondad y la Belleza.
Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores,
ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén”.
D. José-Román Flecha Andrés
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