Homilía para el 14 Domingo 5 de Julio de 2015.
“Te hagan caso o no te hagan
caso…, sabrán que hubo un profeta en medio de ellos”. Son siempre actuales esas
palabras que Dios dirige al profeta Ezequiel, según el texto que hoy se lee en
la celebración de la eucaristía. (Ez 2,2-5). Un texto que resume la misión del
profeta. Nos habla, en efecto, de él, de las gentes y, sobre todo de Dios.
En primer lugar, el profeta ha
recibido el Espíritu y escucha la palabra que Dios le dirige. Pero no la
escucha para su propio beneficio, sino para transmitirla con toda fidelidad a
los demás
Además, el profeta ha de cumplir
su misión, aun sabiendo que con mucha frecuencia las gentes tratarán de ignorar
el mensaje que Dios les comunica por medio del profeta.
Finalmente, la simple presencia
del profeta es ya un mensaje sobre el Dios misericordioso que no olvida a su
pueblo y ofrece su salvación aun a aquellos que la desprecian.
UNA TRIPLE FRUSTRACIÓN
En el comentario a la liturgia de
hoy, la Comunidad de Bose subraya que, al regresar a su propia tierra, Jesús ha
tenido que sufrir una triple frustración. De hecho, el evangelio que hoy se
proclama (Mc 6,1-6), nos lo presenta como un “Sabio desconocido”, un “Profeta
despreciado” y un “Médico reducido a la impotencia”.
“¿Qué sabiduría es esa que le han
enseñado?” Las gentes de Nazaret se muestran muy satisfechas de su propia
sabiduría. No están dispuestas a abrirse a otras formas de ver la realidad.
También hoy se rechaza al evangelio si no apoya nuestras opciones sobre la vida
personal, familiar o social.
“No desprecian a un profeta más
que en su tierra”. También hoy se desprecia la palabra profética y se calumnia
a los profetas. En realidad, se rechaza su mensaje si no sirve para apoyar las
pretensiones de un grupo social, de una lengua, de una cultura o de una
determinada propaganda social.
“No pudo hacer allí ningún
milagro”. También hoy se piensa que la fe sólo puede servir para conseguir
“milagros”. Pero de esa forma, no nos abrimos al misterio de la salvación que
Dios nos ofrece. La fe se reduce a un instrumento para satisfacer nuestras
necesidades de trabajo, de salud o de convivencia familiar.
SENTIMIENTOS Y MISIÓN
El texto evangélico se cierra con
un par de observaciones que nos ayudan a descubrir por un momento los
sentimientos de Jesús y el talante con el que llevaba adelante su misión:
“Se extrañó de su falta de fe”.
La fe en un ser humano es, sobre todo, un acto de confianza. Exige la salida
del propio egoísmo y la confianza en el otro. No creemos en otro cuando
tratamos de instrumentalizarlo para nuestro interés. También la fe religiosa
supone un salto en el vacío. Las gentes de Nazaret no aceptan que Jesús supere
lo que ellos sabían de él.
“Recorría los pueblos del
contorno enseñando”. El principio de la misión de Jesús es un estrepitoso
fracaso. Pero Jesús no se desalienta. Los que debían de estar cerca se muestran
muy lejanos a él y a su mensaje. Pero seguramente los de fuera se abrirán a
escuchar una palabra que les traerá la salvación.
Señor Jesús, demasiadas veces
te hemos reducido al tamaño de nuestros prejuicios y expectativas. Ayúdanos a
aceptar tu mensaje con generosidad. Y a reconocer que la fe es un itinerario
que nunca está totalmente cerrado.
D. José-Román Flecha Andrés
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