Homilía para el Domingo 22 de Febrero de 2015. 1º de Cuaresma, B.
“Yo hago un pacto con vosotros y
con vuestros descendientes, con todos los animales que os acompañaron: aves,
ganado y fieras; con todos los que salieron del arca y ahora viven en la
tierra!” (Gén 9,9-10). Con esas palabras, Dios promete a Noé una alianza cósmica
que tendrá como signo el arco iris.
El texto termina anunciando que
“el diluvio no volverá a destruir a los vivientes”. Pero esa negación comporta
la oferta preciosa de un don divino. Dios establece una armonía entre el ser
humano y su mundo. Esa armonía es el reflejo de la alianza del Creador con toda
su creación.
Ahora bien, como en tantas otras
ocasiones en la vida del hombre y en sus relaciones con Dios, el don lleva
consigo una tarea. Si Dios es fiel a su alianza, también el ser humano ha de procurar
aprender la fidelidad. Recibir el regalo de la tierra, cuidarla y aprender a
ver en ella el rastro de Dios. Sólo entonces su vida podrá transcurrir en la
armonía del paraíso.
EN EL DESIERTO
En el primer domingo del tiempo
cuaresmal recordamos todos los años que al principio de su vida pública, Jesús fue tentado por Satanás. Los evangelios
de Mateo y de Lucas se detienen a narrar las tres tentaciones. El texto del
evangelio de Marcos (Mc 1,12-15) se refiere a ellas de una forma general. Pero
en su brevedad, incluye algunas notas muy importantes:
“El Espíritu empujó a Jesús al
desierto”. En su bautismo, Jesús había sido presentado por el Espíritu como el
Hijo amado de Dios. Pero vivir como Hijo no iba a ser fácil. El mismo Espíritu
lo expulsa de su tranquilidad para llevarlo al escenario de la prueba. Como a
nosotros.
“Jesús se quedó en el desierto
durante cuarenta días”. El desierto y los cuarenta días nos recuerdan la
experiencia religiosa de Moisés y de todo el pueblo de Israel. Es ahí donde
Jesús ha de comenzar a vivir su verdad y a revelarnos la honda verdad del ser
humano.
“Jesús se dejó tentar por
Satanás”. Marcos no habla del ayuno de Jesús. Su prueba consiste en encontrarse
frente a frente con Satán. El Príncipe de la verdad y de la vida se enfrenta al
príncipe de la mentira y de la muerte. Esa es también nuestra prueba.
EN EL UNIVERSO
Hay una cuarta nota, que sólo se
encuentra en el evangelio de Marcos: en el desierto, Jesús vivía entre alimañas
y los ángeles le servían. Es decir, en el desierto se nos revela el señorío de
Jesús sobre el universo y sobre la historia. El nuevo Adán retorna al paraíso.
“Vivía entre alimañas”. Jesús ha
sabido someter a los poderes del mal, de la injusticia y de la opresión que
tratan de establecer su dominio sobre el mundo. Jesús es sometido a prueba,
pero logra mantener su libertad ante el mal. Una fidelidad que se espera
también de nosotros.
“Los ángeles le servían”. Los
ángeles son los servidores de Dios. Y son enviados para colaborar con Jesús en
la obra que le ha sido encomendada. Combatido por las fieras que sirven a Satán
es ayudado por los ángeles que sirven a Dios. Y esa es también nuestra suerte.
- Señor Jesús, tu estancia en el
desierto nos ayuda a descubrir nuestra vocación y nuestra misión. Ayúdanos a
mantenernos fieles a la alianza con Dios. De esa forma podremos hacer visible
la paz en la creación y en la sociedad. Amén.
D. José-Román Flecha Andrés
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