Homilía para el Domingo 14 de Diciembre de 2014. 3º de Adviento, B.
“El Espíritu del Señor está sobre
mí, porque el Señor me ha ungido”. Así comienza el texto del libro de Isaías
que hoy se lee en la liturgia eucarística (Is 61m 1-2.10-11). En él se anuncia
a Israel, un profeta que recibe el espíritu de Dios y lo difunde. No lo difunde
sólo de palabra, sino de obra.
Las obras del profeta son
concretas y visibles. Su presencia se hará notar en la sociedad. El profeta que
recibe el Espíritu de Dios consuela a todos los que sufren, venda las heridas
de todos los desgarrados, libera a los cautivos y prisioneros y, sobre todo,
inaugura un año jubilar: el año de gracia de parte del Señor.
Además, el profeta proclama a los
cuatro vientos un anuncio de alegría universal: el Señor hará brotar la
justicia y los himnos ante todos los pueblos. Este tercer domingo de Adviento
se hace notar por su invitación a la alegría.
TRES VECES “NO”
En el texto evangélico que hoy se
lee se nos presenta también a un profeta (Jn 1, 6-8.1928). Es un enviado por
Dios. Se llamaba Juan y venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para
que por él todos vinieran a la luz. A continuación, el texto nos ofrece una
precisión importante: “No era él la luz, sino testigo de la luz”.
Nos impresiona el interrogatorio
al que es sometido Juan Bautista por los emisarios de los sacerdotes y levitas
de Jerusalén. Juan responde con verdad y humildad. Por tres veces repite un
“no” tajante a los que le preguntan. No es Elías, el gran defensor de la
majestad de Dios. No es el profeta anunciado por el Deuteronomio. Y no es el
Mesías esperado. Pero nadie puede vivir sólo de negaciones. Hay que definirse
por un “Sí”. Es preciso reconocer lo que uno es y lo que está dispuesto a dar.
Pues bien, para identificarse, Juan se presenta como la voz que clama en el
desierto, exhortando a todos a allanar los caminos. Eran expresiones del libro
de Isaías que anunciaban la liberación a los deportados.
EL ANUNCIO
Pero hay más en el mensaje de
Juan. No se presenta como el esperado por su pueblo, pero no deja de
anunciarlo:
“En medio de vosotros hay uno que
no conocéis”. Ahora, como entonces, tenemos al Mesías entre nosotros, pero no
reconocemos su presencia. Necesitamos aprender a descifrar los signos que lo
anuncian.
“Él viene detrás de mí y existía
antes que yo”. Ahora como entonces, hemos de reconocer que somos un eslabón en
medio de una cadena. Hay un antes y un después de nosotros. El Señor nos
precede y, a la vez, nuestro testimonio anuncia su llegada.
“Yo no soy digno de desatar la
correa de sus sandalias”. Ahora como entonces, hemos de reconocer humildemente
nuestro papel en la historia de la salvación. No somos el Señor.
Somos los siervos y los
servidores del Señor. Nada más. -Señor
Jesús, acepta nuestro humilde servicio de evangelizadores. Tratamos de preparar
los caminos para que nuestros hermanos puedan reconocerte en este momento
concreto de la historia. Que tu luz nos ilumine y que nuestro testimonio
creyente sea también creíble. Amén.
D. José-Román Flecha Andrés
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