Homilía Domingo 26 de Octubre de 2014. 30 Tiempo
Ordinario A
“Si tomas en prenda el manto de
tu prójimo, se lo devolverás antes de ponerse el sol, porque no tiene otro
vestido para cubrir su cuerpo, y ¿dónde, si no, se va a acostar?” (Ex 22, 25-26). Hoy puede resultar sorprendente este precepto sobre el manto, que se
encuentra en el Código de la Alianza, en el libro del Éxodo.
Tres preceptos negativos prohíben
molestar al extranjero, explotar a viudas y huérfanos y prestar dinero con
usura. A continuación se incluye este precepto positivo. Un pobre ha pedido
dinero a préstamo. Como prenda ha dejado su propio manto. Pero lo necesita para
arroparse también durante el sueño. Es preciso devolvérselo para que no sufra
el frío de la noche.
El texto no es solamente una
recopilación de normas legales y de ideales morales. Es también –o, sobre todo-
una revelación del mismo Dios. Por eso
se cierra con una motivación fundamental. Dios se presenta como abogado
y defensor del pobre: “Si grita a mí yo lo escucharé, porque yo soy compasivo.
Esa es la razón de la justicia y de la solidaridad humana.
DOS AMORES
El evangelio que se proclamaba el
domingo pasado evocaba una pregunta trampa que los fariseos y los herodianos
dirigieron a Jesús a propósito del tributo. En el texto que hoy se lee
escuchamos una nueva pregunta que un fariseo dirige a Jesús. Reconociéndolo
como “maestro”, quiere saber cuál es el mandamiento principal de la Ley (Mt 22,
34-40).
Jesús considera como primer
mandamiento el que se encuentra en el libro del Deuteronomio: “Amarás al Señor
tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu ser”. Ese precepto
distinguía a Israel de otros pueblos que ante los dioses sólo experimentaban
terror. Amar a Dios era el ideal más alto, porque uno se identifica siempre con
lo que ama.
Pero Jesús evocaba un segundo
mandamiento que se encuentra en el libro del Levítico: “Amarás a tu prójimo
como a ti mismo”. A diferencia del primero, ese precepto podía encontrarse
también en otras culturas. En realidad, esa era y es todavía la regla de oro de
todas las éticas. Una prueba fácil para reconocer la veracidad del amor humano.
LA LEY Y LOS PROFETAS
Así pues, el primer mandamiento
elevaba al hombre a una dimensión vertical, poniéndole de cara a Dios. El
segundo lo guiaba, por un camino horizontal, al encuentro con todos los demás
hombres. El texto concluye con una conocida frase de Jesús: “Estos dos
mandamientos sostienen la Ley entera y los profetas”.
El primero de estos mandamientos
revela la vocación religiosa de toda persona. Denuncia nuestras idolatrías. Y
exige la aceptación de la voluntad de Dios, pero también las manifestaciones
externas de la religión, como la oración y la alabanza a su misericordia.
El segundo de estos mandamientos
resume la aspiración a la justicia y la solidaridad. Denuncia nuestro egoísmo Y
exige el respeto a los demás, pero también la acogida a los más pobres y
necesitados, a los que son considerados como la basura del mundo.
- Señor Jesús, gracias por
habernos mostrado el camino del amor que había sido revelado a tu pueblo. Y
gracias, sobre todo, por darnos testimonio de ese camino de amor con tu propio
ejemplo de atención a Dios y a todos los hijos de Dios. Amén.
D. José-Román Flecha Andrés
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