Homilía para el Domingo 11 de Mayo de 2014. 4º de
Pascua, ciclo A.
“Hermanos, ¿qué debemos
hacer?” Esa es la pregunta que se hacen
las gentes de Jerusalén, tras escuchar
la predicación de Pedro sobre la crucifixión de Jesús. Esa pregunta es también
la que debe surgir de nuestros corazones después de escuchar la Palabra de
Dios.
Pero es también la pregunta que
deberíamos hacernos al contemplar el panorama de nuestro mundo. Este mundo
nuestro, acribillado por tantos dolores y por tantos errores humanos, hace
sufrir a las personas y dificulta el entendimiento social.
Es interesante ver cómo los
medios de comunicación airean las noticias de los cambios que va poniendo en
marcha el Papa Francisco. Muchos esperan cambios más radicales en los órganos
supremos de gobierno de la Iglesia. Y con razón. Pero pocos nos hacemos esa pregunta
sobre los cambios que Dios espera de nosotros: “Hermanos, ¿qué debemos hacer?”
UNA REVELACIÓN
Recordamos los versos de T.S. Elliot en Los Cuatro Cuartetos: “En
nuestra memoria se oye el eco de unas pisadas, que bajan por el atajo que no hemos
tomado hacia la puerta que nunca hemos abierto…” ¿Por qué se habrá aplicado
Jesús a sí mismo la imagen de la puerta?
Jesús se presenta a sí mismo como
el buen pastor que conoce a sus ovejas. En el mismo contexto, también se
aplica a sí mismo la imagen de la
puerta, por la que entra el rebaño (Jn 10, 1-10). “Yo soy la puerta”. ¿Qué
significa esta imagen? Bien sabemos que la puerta cierra la casa y su
intimidad. Pero también la abre al encuentro con las gentes.
Al revelarse como la puerta,
Jesús se presenta como un lugar de
encuentro. En Jesús toda persona puede encontrarse con Dios. En Jesús, Dios se
nos abre y manifiesta, nos sale al encuentro y nos abre, nos acoge y nos
perdona. Con esa pretensión denuncia a tantos falsos redentores que no merecen
nuestra confianza y, por eso, no logran franquear la entrada.
Con unas preguntas inolvidables,
San Agustín comenta que Jesús se abre como una puerta: “¿Quién es la puerta? –
Cristo. ¿Y qué es Cristo? – La verdad. ¿Quién abre la puerta sino el que enseña
toda la verdad?” Así pues, los citados versos de Elliot nos advierten del
riesgo de perder el encuentro con el que es la Verdad.
UNA INVITACIÓN
Pero Jesús no se limita a
revelarse a sí mismo como “la puerta”. Nos indica un itinerario y nos invita a
recorrerlo para poder acercarnos a él:
• “Quien entre por mí se
salvará”. Jesús es la vida y la paz, la fuente de la reconciliación y la raíz
de la esperanza. En el mundo hay otras vías y otras puertas posibles, pero
algunas de ellas nos desvían del camino hacia la verdad.
• “Quien entre por mí se
salvará”. Jesús es la puerta. Quien entra por él podrá entrar y salir y
encontrará pastos abundantes. Algunas veces pensamos que Jesús impide nuestra
libertad, cuando en realidad es el acceso a la verdadera vida.
• “Quien entre por mí se
salvará”. Jesús es una puerta que no tiene cerrojos. Podemos acercarnos a él o
ignorarlos. Pero sólo la puerta de la verdad, que es Jesús resucitado, nos abre
al camino que nos lleva al banquete de la vida.
- Señor Jesús, tú eres la puerta
que nos abre al misterio de Dios. Tú nos abres la posibilidad del encuentro con
nuestros hermanos. Y tú nos abres a la esperanza de nuestra propia realización.
Bendito seas por siempre, Señor. Amén.
D. José-Román Flecha
Andrés
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