Homilía para el Domingo 18 de Mayo de 2014. 5º de
Pascua, ciclo A.
“Hombres de buena familia y
llenos de espíritu de sabiduría”. Son dos cualidades imprescindibles para el
ministerio del servicio. Así habían de ser los elegidos para atender a las
necesidades de los pobres y especialmente de las viudas. La primera lectura nos
introduce así en el ambiente de la comunidad de los seguidores de Jesús que se
encontraba en Jerusalén.
Aquella situación dio origen a la
elección de los siete varones que identificamos habitualmente con los
“diáconos” o servidores. Ese grupo permitiría a los apóstoles dedicarse a otra
tarea no menos importante: la de la oración y el servicio de la palabra. Con
eso quedan reflejadas las tareas propias de los enviados por Jesús.
Hay que leer esta página de los
Hechos de los Apóstoles (6, 1-7) cada vez que corremos el riesgo de perder la
identidad de nuestras comunidades cristianas. Anunciar la palabra del Señor,
orar y atender a los pobres. Si falta uno de esos apoyos, el trípode se cae y
la comunidad se convierte en una secta o en una organización no gubernamental
(ONG).
LA INTERROGACIÓN
El evangelio que se proclama en
este domingo quinto de Pascua nos sitúa en el escenario de la última cena de
Jesús con sus discípulos (Jn 14, 1-12). En él se recoge una interrogación del
apóstol Tomas que parece reflejar su perplejidad: “Señor, no sabemos adónde
vas. ¿Cómo podemos saber el camino?”
Si somos sinceros, hemos de
reconocer que a veces también nosotros nos encontramos en la misma situación.
En primer lugar, porque no comprendemos la identidad y la misión de Jesús. Y
despues, porque son muchos los que tratan de orientarnos hacia sendas que no
conducen a ninguna parte.
El Señor se había presentado como
“la puerta del redil”. Ahora nos revela el sendero que nos conduce a la
plenitud de nuestra vida: es decir, a la vida de nuestro Pedre: “Solamente por
mí se puede llegar al Padre. Si me conocéis, también conoceréis a mi Padre; y
desde ahora ya le conocéis y le estáis viendo”.
Y LA REVELACIÓN
Es inolvidable esa presentación
de la identidad y la misión de Jesús: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”.
Si no aceptamos esta revelación no culpemos a los demás. Examinemos nuestra
propia conciencia:
• “Yo soy el camino”. Desconocemos esta palabra de Jesús cuando nos
empeñamos en decidir por nosotros mismos los valores morales que puede hacernos
felices. Esos valores y virtudes que nos
impiden desviarnos de la senda del bien.
• “Yo soy la verdad”. Ignoramos esta palabra de Jesús cuando
intentamos explicar su mensaje con las ideas que están de actualidad. Ideas
sobre la salvación, sobre la responsabilidad
personal o sobre la gracia divina.
• “Yo soy la vida”. Despreciamos
esta palabra de Jesús cuando tratamos de ajustar sus enseñanzas a nuestros
intereses personales. O a las propuestas
que nos vienen ofrecidas por la voz de la mayoría o por la tiranía de las
modas.
- Señor Jesús, Queremos seguir
fielmente tu camino, proclamar tu verdad y hacer partícipes de tu vida a todos
nuestros hermanos. Amén.
D. José-Román Flecha
Andrés
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