sábado, 28 de junio de 2025

"TU ERES EL MESÍAS, EL HIJO DE DIOS VIVO"

 

Reflexión Evangelio Domingo 29 de Junio de 2025. Solemnidad de San Pedro y San Pablo

Descubrimos en Pedro y Pablo la misma y rotunda confesión de fe en el Señor Jesucristo. Sus vidas demuestran lo determinante y absoluto que el Señor fue para ellos. Vivieron por Él y para Él. Sin temor, sin nada ni nadie que pudiera arrebatarles esta plenitud existencial de Cristo Jesús en ellos. Ambos sabían bien de quién se habían fiado.

En verdad nuestra fe es confianza en el inabarcable Misterio de Dios. Ellos se fiaron de su Maestro. Pedro desde el privilegio de compartir vida e historia con Él. Pablo desde la experiencia impactante y radical de quien se le impuso en lo más íntimo de su ser como Señor, Vida y Salvación.

Esta confianza sin fisuras interroga, y reclama respuesta, sobre cómo es en cada uno de nosotros la confianza en el Señor, particularmente cuando la vida nos presenta su rostro más áspero y amargo.

“El Señor seguirá librándome de todo mal, me salvará y me llevará a su Reino del cielo”

Le expresa San Pablo a Timoteo en su segunda carta. Qué hermosa e inquebrantable confianza la de Pablo. Fue tan misteriosamente intenso su encuentro con el Señor Resucitado, que todo su ser quedó concentrado en Él. No temió peligro alguno, ni ultrajes, ni inconvenientes por su causa. Su ímpetu evangelizador sigue despertando el asombro en cualquiera que se acerque a su biografía; al contenido de sus cartas; a la confesión de sus sentimientos más profundos, que le hicieron exclamar: “Para mi la vida es Cristo. Y una ganancia el morir. Y todo lo estimo material de desecho con tal de tener a Cristo”.

¿Es así de plena la presencia del Señor en nosotros, capacitándonos para relativizar cualquier otra realidad por atractiva que nos pueda resultar? ¿Es el don de su salvación el que ilumina la realidad de nuestro ser, de nuestro vivir y de nuestro obrar; también de nuestro morir y regreso al Amor que nos originó?

“Mientras Pedro estaba en la cárcel bien custodiado, la Iglesia oraba insistentemente a Dios por él”

Nos relata la primera lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles. Me ha parecido tan hermoso este apunte, que no puedo por menos de ofrecérselo para su consideración. Hace apenas unas semanas hemos estado tan pendientes de la despedida del Papa Francisco y de la elección del nuevo Pontífice, el Papa León XIV. El interés mostrado por los diversos medios de comunicación ha contribuido, no poco, a esta expectación a escala mundial. Hoy, que hemos vuelto a la normalidad en la vida de la Iglesia, este interés de los primeros cristianos por la situación de Pedro ha de mantenernos también a nosotros atentos en la comunión y en la intercesión por su actual sucesor al frente del Pueblo de Dios.

Quisiéramos vibrar siempre en oración por las necesidades y proyectos del sucesor de Pedro, para que sea siempre fiel a su servicio de guiar a la Iglesia por la Verdad y la Unidad, realidades tan queridas por el Señor Jesucristo.

Cabría preguntarnos si es así nuestro interés y súplicas por el sucesor de Pedro al frente de la Iglesia, como el que mostraron nuestros hermanos en la fe en el inicio del caminar de la comunidad creyente cristiana por la historia en un contexto de incomprensión y hostilidad que, de alguna manera, siguen también presentes en no pocos lugares en el momento presente.

El servicio de Pedro de fidelidad al Señor y de comunión con Él y entre cuantos creemos en su Nombre, y el ímpetu evangelizador de Pablo, infatigable hasta desgastarse por Cristo, sean para nosotros, y para nuestros días, dos grandes acicates en nuestro compromiso cristiano.

Que inspirados por Pedro y Pablo, roca y fuego de Cristo, nos conceda el Señor mantener de forma plena nuestra confianza en Él, y buscar caminos y actuaciones para darle a conocer en el mundo de hoy.

lunes, 23 de junio de 2025

SOLEMNIDAD DEL CORPUS CHRISTI

 En el día de ayer celebramos la Solemnidad del Corpus y la bella Custodia de Damián de castro, joya por excelencia del patrimonio de nuestra Parroquia, recorrió las calles de nuestro pueblo portando a Dios vivo en la Eucaristía. 
Niños por la calle Juan de la Cruz adornada por los vecinos.
Queremos dar las gracias a todo Villa del Río: vecinos, Hermandades y Cofradías, padres y madres, niños de comunión, catequistas y entidades locales e Ilmo. Ayuntamiento por su participación y colaboración en este día grande para la comunidad cristiana.
Altar de los Vecinos de la Calle Juan Ramón Jiménez
Altar de la Franciscana Hermandad de la Humildad

Altar de la Hermandad de Santa María Magdalena

Altar de la Muy Antigua Hermandad del Nazareno

Representación de Hermandades y Cofradías.

¡ALABADO SEA JESÚS SACRAMENTADO!

sábado, 21 de junio de 2025

"LOS PARTIÓ Y SE LOS IBA DANDO"

 

Reflexión Evangelio Domingo 22 de Junio de 2025. Solemnidad del Corpus Christi

Hoy, en la celebración del Cuerpo y la Sangre de Jesucristo, se nos invita a profundizar en lo que significa en nuestra vida como creyentes el cuerpo de Cristo entregado y la sangre de Cristo derramada y la llamada a hacer memoria de este acontecimiento en la eucaristía y en nuestra cotidianidad.

Celebrar el cuerpo y la sangre de Cristo es celebrar su vida, su entrega, su muerte y su resurrección. Es celebrar la vida entregada para que todas las personas tuvieran vida. Eso es lo que Jesús hizo durante todo el tiempo en el que estuvo entre nosotros, acercarse al que estaba caído para que se levantara de su postración: dio de comer al hambriento, sanó al herido, abrazó al excluido, acogió al marginado y apartado, reconoció a las mujeres y las llamó por su nombre, como a María Magdalena. En definitiva, puso vida allí donde había muerte. Y no se conformó con lo mínimo, sino que dio todo y se dio por entero, entregando su propia vida para la vida de todos. Y la resurrección es el sí del Padre a lo que fue la vida de Jesús. En la resurrección, el último obstáculo para la vida que es la muerte misma queda vencida. En la resurrección ya no hay muerte, solo vida.

 

Pero no podemos olvidar que Jesús nos invita a repetir este gesto en cada eucaristía: “Haced esto en memoria mía”. Estamos llamados a llevar a nuestra vida lo que fue la vida de Jesús. Estamos invitados a vivir desde la entrega y el servicio, y lo hemos de llevar a cabo en nuestra cotidianidad, allí donde nos encontramos: en nuestras casas, en nuestros trabajos, en nuestros barrios, en nuestras ciudades. Estamos llamados a hacerlo con los de cerca y también con los de lejos. Esto también lo vemos en ese gesto que repetimos en cada jueves santo cuando realizamos el lavatorio. Él nos dice: “Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros: os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis.” Esta es la llamada y la invitación: hacer realidad el mandamiento del amor, haciéndolo realidad por medio de las obras.

Y, como podemos ver en el evangelio, en este darse y entregarse, en este amor no hay acepción de personas. Estamos llamados a entregarnos a todo aquel que nos necesita, como hizo Jesús. Él dio de comer su pan a todos los que se encontraban allí escuchándole: ¿Cómo vamos a dar de comer a todos, se preguntarían los discípulos, si son unos cinco mil? No miró si eran buenos o malos, justos o injustos. Tenían hambre y les dio de comer. No miró si estaban bien o mal vestidos, o si parecían pobres o ricos. Tenían hambre y les dio de comer. No miró cómo vivían su religiosidad o su ciudadanía, si eran saduceos, fariseos, zelotes, gente del pueblo. Tenían hambre y les dio de comer. ¡Cuántas discriminaciones hacemos nosotros ahora! Si son o no de los nuestros, si tienen o no nuestro mismo modo de pensar, si son de derechas o de izquierdas, si son conservadores o progresistas. Nosotros construimos muros que nos separan mientras que Jesús construye puentes que nos unen. Nos olvidamos que todos nos necesitamos para construir una sociedad en la que todos tengan sitio.

¡Y qué importante es crear vínculos para que esta entrega, este darse a todos sea posible! Cuando en el evangelio dice que los mandó sentarse formando grupos de unos cincuenta cada uno, me gusta pensar que esto lo hace no solo para que sea más fácil el reparto, sino porque en grupos pequeños es más fácil poder crear vínculos que nos ayuden a superar las barreras que nos dividen y a crecer en fraternidad. Además, estos pequeños grupos, que podrían ser la familia, las comunidades religiosas, las comunidades parroquiales u otros posibles, nos tendrían que ayudar, como pequeñas escuelas, a aprender e vivir unidos en la diversidad, a superar los conflictos por medio del diálogo, a caminar juntos buscando la unanimidad, etc. Nos tendrían que ayudar a caminar juntos con nuestras diferencias.

Lo mejor de todo es que nos deja su cuerpo y su sangre para que no nos sintamos solos en nuestro camino y para que nos ayude a llevar a nuestra propia vida lo que fue su vida. El momento mismo de la comunión lo significa: Llevar a nuestro propio cuerpo el cuerpo de Cristo para que estando con nosotros le dejemos crecer en nuestra propia vida, conformándonos y configurándonos con Él. Para ello tendremos que vaciarnos primero de todo aquello que no le deje sitio en cada uno de nosotros, nuestras faltas de amor hacia nosotros mismos, hacia los demás y hacia la creación, para que así Él pueda crecer en nosotros. Entonces seremos sus testigos.

sábado, 14 de junio de 2025

"EL ESPÍRITU DE LA VERDAD OS GUIARÁ"


Reflexión Evangelio Domingo 15 de Junio de 2025. 10º del Tiempo Ordinario. Santísima Trinidad.

La primera lectura de hoy nos habla de la Sabiduría de Dios que, antes de existir el mundo, ya había sido engendrada. A la luz del Nuevo Testamento, la Iglesia ha identificado esta Sabiduría con el Verbo que se iba a encarnar, con el Hijo eterno de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos. Este Hijo, hecho hombre en Jesucristo, es el camino que nos conduce a Dios, juntamente con el Espíritu, que procede del Padre y del Hijo y es igualmente Dios, tal como confesaron los Obispos en Nicea, en el primer Concilio de la Iglesia. Por cierto, es año celebramos los 1.700 años de este Concilio.

La fiesta de la Santísima Trinidad es la fiesta de los cristianos. Se puede ir más allá y decir que es la fiesta de todos los seres humanos. Desgraciadamente no todos se enteran de que es verdad tanta belleza. Es la fiesta de todos los humanos, porque todos hemos sido creados a imagen de la Trinidad, a imagen de Dios. Y Dios es relación subsistente de Amor, comunión de personas. Al crear al ser humano, lo creo a su imagen. Por eso, todos los humanos estamos llamados a vivir en el amor y realizar, a nuestro nivel, esta relación de Amor que se encuentra en el seno de Dios. Además, en cada uno de nosotros hay una huella de cada persona divina. La inteligencia humana es un reflejo del “Logos”, del Verbo divino; el impulso que todos tenemos hacia el Amor es un reflejo del Espíritu de Amor por el que se aman el Padre y el Hijo. Y la vida es un reflejo del Padre, Principio sin principio, del que procede toda Vida.

Los bautizados, además de reflejar la imagen de Dios, son conscientes de esta presencia. Pues el acto creador, como tal, no establece la reciprocidad. El acto creador es un acto de amor y ternura paternal por parte de Dios, pero no implica necesariamente la respuesta agradecida del ser humano. Para que dos personas estén presentes una a la otra, no basta con que estén físicamente juntas. Es necesario que cada una esté espiritualmente presente en la otra, y esto sólo puede hacerse por el conocimiento y el amor. Así se comprende que los cristianos tienen una relación personal y personalizada con cada una de las personas del único Dios: son hijos del Padre, hermanos del Hijo y templos, sagrarios o amigos (porque el amigo es el que están en mi corazón) del Espíritu Santo.

Esta relación personalizada les hace hijos adoptivos de Dios, establece una amistad profunda con Dios. Somos amigos de Dios. ¡Parece una cosa increíble, pero es así! Increíble, porque lo que espontáneamente nos nace es decir que Dios es “Señor” y que, como todo señor, quiere súbditos sumisos. No es así en el caso del Dios revelado en Jesucristo, como Padre amante y amoroso. Nuestra relación con él no se sitúa en el terreno del deber, de la ley, de la sumisión, sino de la libertad, de la gracia y del amor.

En todo caso, debe quedar claro que nosotros no nos relacionamos con las personas divinas por separado, pues cada una reenvía nuestra mirada y nuestro corazón a las otras dos: el Padre al Hijo, el Hijo al Padre, El Padre y el Hijo al Espíritu, el Espíritu al Padre y al Hijo. Aunque no es menos cierto que en este intercambio perfecto cada una es amada y conocida en lo que es propiamente suyo: el Padre como fuente de vida, el Hijo como luz que ilumina nuestra vida, el Espíritu como amor que nos llena de Dios.

En resumen, al haber sido creados a imagen de un Dios, Trinidad de personas, resulta que en cada uno de nosotros hay un reflejo trinitario. Estamos hechos para el amor y solo en el encuentro amoroso nos encontramos a nosotros mismos. Como muy bien ha escrito el Papa Francisco: “la persona humana más crece, más madura y más se santifica a medida que entra en relación, cuando sale de sí misma para vivir en comunión con Dios, con los demás y con todas las criaturas”.

domingo, 8 de junio de 2025

"SE LLENARON TODOS DEL ESPÍRITU SANTO"

 

8 de Junio de 2025. 8º Domingo de Pascua. Pentecostés.

En el marco de este Año Jubilar de la Esperanza, las lecturas propias de la solemnidad de Pentecostés nos indican cómo, con la venida del Espíritu Santo, los discípulos de Jesús, reunidos en el Cenáculo, se convierten en testigos del resucitado, para todos los pueblos.

Pasados cincuenta días, sin alejarse de Jerusalén y esperando la promesa del Padre se dejaron invadir por el Espíritu, comenzaron a hablar y por todos se hacían entender.

Habían aprendido a vaciarse de sus propios miedos, para dejar paso a Aquél de quien habían escuchado sería su Defensor. En el Cenáculo lo estaban experimentando.

De este modo, los discípulos pudieron compartir las verdades del Evangelio con los demás, en los idiomas de origen de las personas que los escuchaban.

Es el Espíritu Santo la memoria que actualiza en los apóstoles las palabras y hechos de Jesús, como él mismo les había prometido: “El Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, os lo enseñará todo y os recordará todo lo que yo os he dicho” (Jn 14,26).

Vivimos gracias a su inspiración, que es la que nos anima para decir a los hombres de nuestra hora, sin excluir a ninguno: “Levántate, camina, abre caminos para la esperanza y sé esperanza para los demás. No repitas lo ya sabido, sino permite que Él te transforme en una criatura nueva y recree el Don de Dios en tu vida”.

El desafío hoy, con palabras de nuestro hermano Fr. Timothy Radcliffe, no es lo que vamos a decir sino cómo lo vamos a vivir.

La experiencia de la Pascua origina testigos, desencadena la misión, y ésta entraña una dinámica de salida y de movimiento.

Se nos ha dicho que, “lo decisivo no es hacer mucho, sino la calidad de vida que irradian las personas y comunidades. Es contar con testigos en los que se pueda captar la fuerza humanizadora, transformadora y liberadora que nos regala el Resucitado”.

Creyentes creíbles, que se les note convencidos de aquello que anuncian, porque primero lo han hecho carne de su propia vida.

El testimonio exige una dinámica de misión, como afirmó Pablo VI: “Evangelizar constituye la dicha y la vocación de la Iglesia, su identidad más profunda; ella existe para evangelizar”.

Pentecostés inauguró el tiempo de la Iglesia y la misión de los creyentes en el mundo. Desde entonces, el Espíritu continúa dándose a las personas en condiciones siempre nuevas.

Es cierto que vivimos en el mundo de las máscaras. Nuestra sociedad valora más la apariencia que el ser genuinos, porque lo superficial prevalece sobre lo profundo y las expectativas ajenas moldean la propia identidad.

Sin embargo, este panorama no limita la acción del Espíritu. Los seguidores de Jesús estamos llamados a irradiar su Rostro, a mostrarlo en todo su esplendor, allí donde nos encontremos.

Confiemos y consintamos abandonarnos a la fuerza del “Dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo”. Él rompe cerrojos y abre puertas, para que vivamos sembrando esperanza. Y cambiemos el chip: más que hablar de Dios, es permitirle a Dios que hable por nosotros, así nuestro lenguaje será inteligible para todos.

Los discípulos se llenaron de alegría y acogieron la paz que el Resucitado les regalaba como saludo y como Don. Esta alegría es fruto del Espíritu, y revela dónde los corazones han puesto su tesoro y su esperanza.

El relato evangélico nos muestra cómo Jesús sopla, exhala su aliento y les entrega el Espíritu, la “Ruah”, que crea y renueva la faz de la tierra.

Por eso, quienes entraron temblorosos en el Cenáculo, ahora salen transformados. Se les regala la parresía, la audacia, como sello del Espíritu y testimonio de la autenticidad del anuncio.

A partir del primer Pentecostés de la historia, los creyentes tenemos una feliz seguridad: contamos con el Testigo Fiel, que protagoniza la historia y cumple cuanto promete. Siempre.

¿Somos pacientes para esperar y acoger el Don del Espíritu que Jesús nos regala también hoy? ¿Nos sentimos prisioneros de nuestros miedos? ¿Le permitimos a Dios entrar en nuestras vidas para que nos trasforme? ¿Nuestra fe es contagiosa? ¿Qué irradiamos? ¿Tratamos de que sea el Espíritu el protagonista de cuanto somos y hacemos?