Reflexión Evangelio Domingo 5 de Octubre de 2025. 27º del Tiempo Ordinario.
La petición de los apóstoles en el Evangelio, viene a
concordar con parte de los cristianos La poca fe que pueda tenerse, solo el
Señor puede aumentarla, no solo “cuantitativamente”, sino, y mejor
“cualitativamente”.
La calidad de la fe de todo discípulo del Señor, hará que las
obras de misericordia, las bienaventuranzas –practicadas como lo hacía
Frassati, el santo dominico terciario, “el hombre de las ocho bienaventuranzas”
en palabras de San Juan Pablo II- anima al cristiano a ponerse al servicio del
dueño de la mies, sin miedo a los trabajos, violencias y catástrofes, que nos
puedan venir, como al profeta Habacuc.
Siervos inútiles somos, que tenemos que implorar al Señor que
aumente nuestra y quitar el miedo de dar la cara por Dios, siendo fieles a su
voluntad.
A medida que nos adentramos en el cumplimiento de los deberes
derivados del seguimiento de Cristo, y vamos descubriendo el proyecto de Dios
en nosotros y lo que ello conlleva, tendremos necesidad de aumentar nuestra fe,
dándole mayor cabida y superando la fe infantil que pueda haber en nuestro
corazón. Asentando así nuestra confianza en el Dios de Jesucristo.
A lo largo del camino de la vida, en los momentos de duda y
oscuridad, harán que la súplica Señor: “auméntanos la fe”, abra el corazón y la
mente al Espíritu Santo haciéndolas desaparecer.
La falta de verdad y de justicia, hinchan el alma del
injusto, pero la del justo vivirá por la fe (1ª Lect.).
La fe alimenta la confianza en la promesa divina, y a pesar
del silencio de Dios en el mundo, han de ser causa de su aumento de la
presencia del Señor y fidelidad a su voluntad en nuestra vida.
Como don, que es la fe, es necesaria la oración de súplica
para mantenerla, y aumentarla.
La falta de fe y confianza en Dios, arrastra nuestro mundo al
secularismo que lo invade y Dios pasa a ser innecesario. El grito del profeta
Habacuc “¿Hasta cuándo clamaré, Señor, ¿sin que me escuches?” al hacerlo actual
da a esperanza de que el Trascendente sea tenido en cuenta en el mundo. La
confianza que da la fe en la Palabra de Dios, llena el alma del Espíritu Santo,
y nueve al discípulo de Cristo a hacer del mundo morada de Dios entre nosotros.
Somos siervos inútiles, al servicio del Señor trabaja en la construcción de la
Ciudad de Dios (S: Agustín)
En el encuentro eucarístico con el Señor y los hermanos,
viviremos la fe en comunidad, haciéndola crecer por la escucha de la Palabra de
Dios y la participación en el Pan del Cielo.
Hemos de preguntarnos, ¿cómo desde nuestra oración, -personal
y comunitaria-, pedimos al Señor que la confianza en Él, nos lleve a ser
verdaderos siervos suyos para el mundo?
La respuesta estará en proporción directa a la oración y la
comunión del Alimento Eucarístico que serán fuerza que anime a transmitir la
alegría del Señor en el mundo.
Fr. Carlos Recas Mora O.P.
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