Reflexión del Evangelio Domingo 10 de Agosto de 2025. 19º del Tiempo Ordinario.
Escuchar al Maestro y guardar en
el corazón
En el evangelio de este domingo aparece, en boca de Pedro, algo que me parece interesante. Jesús, está hablando con los discípulos y más personas curiosas, necesitadas, buscadoras, inquietas, y, como es habitual, utiliza parábolas, una pedagogía que pretende que los que escuchan entiendan lo que se les está comunicando.
Parece que los discípulos se están enterando y Pedro, espontaneo, sin prejuicios, lanza una pregunta al Maestro: “Señor, dices esta parábola por nosotros o por todos?” (Lc 12,41). Nos hace pensar esta intervención de Pedro que parte de una diferencia “por nosotros o por todos”, que el hecho de pertenecer al grupo del Señor, de seguir al Maestro, ya tenemos todo ganado, somos los perfectos y, por el contrario, todos los demás tienen mucho camino, todavía, que recorrer.
También podemos pensar que Pedro está intuyendo que “a quién mucho se le dio mucho se le pedirá”. Sea lo que fuere, nos es útil pensar que no basta con llamarse cristiano, estar bautizado, “cumplir”. Todo eso tiene sentido, es un valor, cuando despertamos y estamos atentos y vigilantes, somos coherentes, veraces y servidores. Ser conscientes del por qué y el para qué de nuestra vida, de la importancia de los demás. Es un pecado, creerse perfecto y despreciar a los demás porque no hacen lo que yo hago, cómo “cumplo”… “Consejo vendo y para mi no tengo”.
Guardar en el corazón, es respeto, consideración, amor. Vigilemos la coherencia de nuestras obras, vigilemos donde ponemos nuestro corazón. Podría ser que nuestro corazón lo ponemos en lo importante que creo que “soy”, en un “ego” enorme, en lo mucho que “sé”, en lo mucho que “tengo”. Preguntémonos: ¿Dónde ponemos nuestro corazón?
Donde está vuestro tesoro está
vuestro corazón
Todos y cada uno somos un “tesoro”, merecedores del respeto, del amor de unos para con los otros. El amor de Dios lo tenemos asegurado, la realidad de la Encarnación es consecuencia, se entiende y explica por el amor. En las parábolas que el texto de Lucas (c. 12) nos presenta, tienen sentido como un llamamiento a la propia responsabilidad.
Otra parábola, protagonista el frigorífico: “Una familia de gente modesta hacía mucho tiempo que soñaba con un frigorífico. A precio de grandes sacrificios, logró comprarlo. La llegada del frigorífico a casa fue un gran acontecimiento. Se saludó como el nacimiento de un niño. Donde está vuestro tesoro, allí está vuestro corazón. Todos los componentes de la familia pusieron su corazón en el frigorífico… Y el corazón de estos pobrecillos se volvió gélido, indiferente a los otros, evadido de los compromisos de solidaridad.” (J. Loew-J. Faizant)
Todos y cada uno somos un “tesoro”… todos y cada uno tenemos un tesoro que está escondido y hay que “trabajar” para descubrirlo. El tesoro es Dios que está en el corazón de cada una de sus criaturas. La búsqueda de Dios en el corazón de uno y la contemplación (mirar con amor) del prójimo como amados y, también, habitados por Dios. El Dios que Jesús nos presenta y que es don total, incondicional y permanente.
En este “trabajo”: la búsqueda del tesoro, la confianza puesta en el que buscamos, la responsabilidad está motivada. Nada nos tiene que dar nuestro Creador, lo que somos y a lo que estamos llamados está dentro de nosotros. De ahí la importancia de la responsabilidad en cada uno de nuestros actos, sentimientos, proyectos… en los que los demás son importantes.
Estad atentos y vigilantes
Pero, ¿Cómo saber lo que se me dio? Buscar e indagar, estar vigilantes, salir del “dichoso yo” para poder crecer en consciencia.
Sin miedo, éste acobarda, asusta, limita. La pedagogía del miedo la utilizada los dictadores, los que se creen propietarios y van de poderosos.
Dios parte del Amor, del Don de la Gracia… confía en sus criaturas. Las palabras de Jesús no son amenazas, son palabras para despertar a lo que somos, a nuestra realidad.
Y la vida la tenemos que hacer desde lo que somos. Lo que somos lo vamos descubriendo en nuestro caminar por la vida y esta es la razón de la insistencia de estar vigilantes y atentos. Para no rendirse en esta vigilancia y atención precisamos de la esperanza. Y la esperanza significa, se hace vida, cuando nos capacita para adaptarnos a situaciones imprevistas, somos agiles para las decisiones, sentido para la provisionalidad. “Tened ceñida la cintura y las lámparas encendidas” (Lc 12, 35).
“La esperanza cristiana no se basa en lo que Dios me dará, sino en que sea capaz de descubrir lo que Dios me está dando” (fr. Marcos)
Responsabilidad, capacidad de responder, esa capacidad no se manifiesta en el hecho de acumular, guardar, sino en la capacidad de interpretar lo que vivimos y aprender, conocernos mejor, y así dar respuestas nuevas a problemas y exigencias que ya no son de ayer.
¿Dónde ponemos nuestro corazón?
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