En el nombre del Padre, el Hijo y
el Espíritu Santo comenzamos todas nuestras celebraciones y en la eucaristía
que estamos celebrando, le pedimos al Padre por medio de Jesús nuestro Señor y
con la fuerza del Espíritu, que nos congregue en la unidad y santifique los
dones, de manera que sean para nosotros Cuerpo y Sangre de Jesucristo. El Credo
nos dice que Dios es uno y trino, un Dios en tres personas, pero esto no es
sólo una fórmula teológica, debe ser una experiencia, ¿ entonces qué significa
esta fiesta?
La Trinidad es un misterio, de
Dios sólo se puede hablar de forma aproximada y de su experiencia lo mismo.
Siempre es difícil hablar de Dios y siempre corremos el riesgo de terminar
hablando de nosotros mismos como si fuéramos dioses, o como si Dios fuese igual
que un hombre. Sabemos muy poco de Dios… dice San Agustín: “Si piensas que has
comprendido, entonces no es Dios, al que has comprendido” Pero conocemos lo
suficiente a través del Hijo, para no perder el tiempo en discusiones inútiles.
Dios es creador del cielo y la
tierra, de las criaturas y de la naturaleza, nos habló y habla en la historia,
nos ama y nos protege. Se hizo históricamente hombre en su Hijo Jesucristo,
vivió en su tiempo, trabajó, amó y padeció, nos dijo cómo era el Padre, nos salvó
con su muerte y resurrección, haciendo de nosotros criaturas a imagen suya, por
eso nos envió a comunicar a otros la Buena Noticia. El Espíritu de los dos,
está en nosotros, y nos reúne en el amor y en la unidad de la vida comunitaria.
Creer en Dios es hacer de esto una experiencia, “experiencia religiosa”, que es
válida si es capaz de dar sentido a la vida.
Nuestro Dios es comunidad, es
familia, no está solo: “Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará
hasta la verdad plena. Pues lo que hable no será suyo: hablará de lo que oye y
os comunicará lo que está por venir. Él me glorificará, por que recibirá de mí
lo que os irá comunicando. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he
dicho que tomará de lo mío y os lo anunciará”. Escuchan, toman, se comunican,
tienen en común, anuncian, el reflejo de la Trinidad está en la comunidad.
Hoy es bueno recordar las
palabras del Papa Francisco en “Laudato Sí”, nº 238 - 240, la cita es un poco
larga pero resume lo que queremos celebrar: “El Padre es la fuente última de
todo, fundamento amoroso y comunicativo de cuanto existe. El Hijo, que lo
refleja, y a través del cual todo ha sido creado, se unió a esta tierra cuando
se formó en el seno de María. El Espíritu, lazo infinito de amor, está
íntimamente presente en el corazón del universo, animando y suscitando nuevos
caminos. El mundo fue creado por las tres Personas como un único principio
divino, pero cada una de ellas, realiza esta obra común según su propiedad
personal. Por eso, cuando contemplamos con admiración el universo en su
grandeza y belleza, debemos alabar a toda la Trinidad.
Para los cristianos, creer en un
solo Dios que es comunión trinitaria, lleva a pensar que toda la realidad
contiene en su seno una marca propiamente trinitaria. San Buenaventura llegó a
decir que el ser humano, antes del pecado, podía descubrir cómo cada criatura
«testifica que Dios es trino». El reflejo de la Trinidad se podía reconocer en
la naturaleza «cuando ni ese libro era oscuro para el hombre, ni el ojo del
hombre se había enturbiado». El santo franciscano nos enseña, que toda criatura
lleva en sí una estructura propiamente trinitaria, tan real, que podría ser
espontáneamente contemplada si la mirada del ser humano no fuera limitada,
oscura y frágil. Así nos indica el desafío de tratar de leer la realidad en
clave trinitaria.
Las personas divinas son
relaciones subsistentes, y el mundo, creado según el modelo divino, es una
trama de relaciones. Las criaturas tienden hacia Dios, y a su vez, es propio de
todo ser viviente tender hacia otra cosa, de tal modo que en el seno del
universo podemos encontrar un sin número de constantes relaciones que se
entrelazan secretamente. Esto no sólo nos invita a admirar las múltiples
conexiones que existen entre las criaturas, sino que nos lleva a descubrir una
clave de nuestra propia realización. Porque la persona humana más crece, más
madura y más se santifica, a medida que entra en relación, cuando sale de sí
misma para vivir en comunión con Dios, con los demás y con todas las criaturas.
Así asume en su propia existencia, ese dinamismo trinitario que Dios ha impreso
en ella desde su creación. Todo está conectado, y eso nos invita a madurar una
espiritualidad de la solidaridad global que brota del misterio de la Trinidad”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario