Domingo 31 de Enero de 2016. 4º del Tiempo Ordinario, C.
“Lucharán contra ti, pero no te
podrán, porque yo estoy contigo para librarte”. Con estas palabras de aliento
se cierra el oráculo con el que el Señor constituye a Jeremías en profeta de
los gentiles (Jer 1,19).
Bien sabe él que ha sido elegido
para transmitir fielmente a su pueblo lo que Dios ha dispuesto. Habrá de
interpelar a los jefes del pueblo, pero también a las gentes del campo. Su
mision no será fácil. Habrá de encontrar una fuerte oposición por parte de
todos. Pero el Señor saldrá en su defensa.
Nadie acepta impunemente la
misión que Dios le confía. La historia y la experiencia nos dicen que todos los
que escuchan la palabra de Dios y tratan de transmitirla con fidelidad se
encontrarán con una fuerte resistencia.
LOS PROFETAS ANTIGUOS
El domingo pasado, el evangelio
nos situaba en la sinagoga de Nazaret. Jesús leía un texto del libro de Isaías
en que se recordaba la vocación y la misión de un profeta y se lo aplicaba a sí
mismo, diciendo: “Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír” (Lc 4,21).
La traducción más habitual dice
que sus oyentes quedaron admirados de las palabras de gracia que salían de sus
labios. Sería mejor traducir que los vecinos de su pueblo quedaron
escandalizados de las palabras de misericordia que salían de su boca.
En efecto, Jesús se atribuía el
mandato de proclamar el año de gracia de parte de Dios y omitía las palabras
del libro que prometían una venganza contra los enemigos. Jesús anunciaba a un
Dios compasivo y misericordioso con todos.
Por eso recordaba que esa misma
había sido la actitud de los grandes profetas de antaño. Elías había socorrido
a una viuda de Sarepta. Y Eliseo había curado a un militar leproso procedente
de Damasco. Ambos manifestaban la misericordia de Dios con los extranjeros.
Pero los vecinos de Jesús no
estaban preparados para aceptar ese mensaje. Su nacionalismo era aldeano.
Querían un Dios para ellos solos. No estaban dispuestos a renunciar a la
venganza contra los paganos. No podían creer en la misericordia universal de
Dios.
EL PROFETA RECHAZADO
Jesus podía haberse limitado a
comentar el texto mirando al pasado. Podía haber invitado a sus vecinos a dar
gracias a Dios por la misión de los antiguos profetas de Israel. Podía haber
cantado la grandeza de la liberación que Dios había ofrecido a su pueblo. Pero
fue más allá. ¿Cuál había de ser la respuesta de Jesús?
“Os aseguro que ningun profeta es
bien mirado en su tierra”. Seguramente Jesús recordaba a Jeremías, acusado y
perseguido por las gentes de su propio pueblo. Pero al igual que él, reconocía
su propia vocación profética.
“Jesús se abrió paso entre ellos
y se alejaba”. El que había venido para anunciar la misericordia de Dios no
pudo dar testimonio de ella en su propia aldea. Sus vecinos creían conocerlo
bien. Por eso estaban cerrados a la sorpresa. No podían aceptar lecciones de
él.
Señor Jesús, nosotros te
reconocemos como el profeta enviado por Dios para anunciarnos su misericordia.
Líbranos del pecado de rechazarte a ti y de ignorar tu mensaje de gracia y de
salvación. Amén.
D. José-Román Flecha Andrés
No hay comentarios:
Publicar un comentario