viernes, 1 de enero de 2016

DE LA INDIFERENCIA A LA PAZ


Por decisión de Pablo VI el día primero del año celebramos una jornada dedicada a reflexionar sobre la paz. En este año 2016, el papa Francisco ha querido dar a su mensaje para la XLIX Jornada Mundial de la Paz un título que nos interpela a todos: “Vence la indiferencia y conquista la paz”.

El mensaje se abre con una triple confesión de fe: “Dios no es indiferente. A Dios le importa la humanidad, Dios no la abandona”. No es ociosa esa proclamación a la vista de las guerras y de los atentados terroristas que nos han tenido en vilo a lo largo del año precedente.

A pesar de esa dolorida memoria, el Papa nos exhorta a “custodiar las razones de la esperanza”. Hay que afirmar que el hombre es capaz de superar el mal, con la gracia de Dios, para no caer en la resignación y en la indiferencia. La indiferencia parece haberse convertido en una de las tentaciones de nuestra era.

Ahora bien, no podemos olvidar que “la primera forma de indiferencia en la sociedad humana es la indiferencia ante Dios, de la cual brota también la indiferencia ante el prójimo y ante lo creado”. Nuestra autosuficiencia nos hace creer que somos los autores de nosotros mismos, de forma que nos permitimos prescindir totalmente de Dios.

Según el Papa, “la indiferencia ante el prójimo asume diferentes formas”. Ante la información que nos transmiten los medios sobre los dramas que azotan a la humanidad, muchos no se sienten comprometidos, no viven la compasión. “Esta es la actitud de quien sabe, pero tiene la mirada, la mente y la acción dirigida hacia sí mismo”.

Otras personas “prefieren no informarse y viven su bienestar y su comodidad indiferentes al grito de dolor de la humanidad que sufre”. Cuando estamos bien, olvidamos que otros pueden estar mal. Nuestra comodidad nos anestesia. No sentimos responsabilidad alguna ante los dolores ajenos.

Recordando su propia encíclica Laudato si’, sobre el respeto a la casa común, el Papa anota que “la contaminación de las aguas y del aire, la explotación indiscriminada de los bosques, la destrucción del ambiente, son a menudo fruto de la indiferencia del hombre respecto a los demás, porque todo está relacionado”.

Cabe preguntarse si esas actitudes tienen algo que ver con la promoción y defensa de la paz. La respuesta es afirmativa. “La indiferencia, y la despreocupación que se deriva, constituyen una grave falta al deber que tiene cada persona de contribuir, en la medida de sus capacidades y del papel que desempeña en la sociedad, al bien común, de modo particular a la paz, que es uno de los bienes más preciosos de la humanidad”.

Pues bien, en el marco del Año Santo de la misericordia, el papa Francisco nos exhorta a una conversión del corazón que nos lleve de la indiferencia a la misericordia. Hemos de superar la misericordia por medio de la solidaridad, y mejor, aún, del descubrimiento de la fraternidad universal.


D. José-Román Flecha Andrés

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