Homilía para el Domingo 8 de Noviembre de 2015. 32 del Tiempo
Ordinario, B.
“Voy a hacer un pan para mí y
para mi hijo; nos lo comeremos y luego moriremos”. Sólo eso pretende la viuda
que el profeta Elías se encuentra al acercarse a la ciudad de Sarepta. Este
relato que hoy se lee (1 Re 17, 10-16) nos presenta a tres protagonistas
En primer lugar, vemos que el
profeta no llega imponiéndose por su fuerza o por su sabiduría. Es un
extranjero que sólo cuenta con la palabra de Dios, que lo ha enviado a aquella
tierra de paganos. Así que pide por favor un sorbo de agua y un trozo de pan.
Además, el profeta no se dirige a
los que gobiernan en la ciudad. La primera persona que se encuentra es tan
pobre como él. Y con ella comienza el diálogo que ha de culminar en un doble
testimonio de fe.
El tercer protagonista es el
mismo Dios, que envía al profeta y vela por la existencia de aquella pobre
viuda y de su hijo. La palabra de Dios es eficaz. Dios cumple su promesa y se
hace reconocer aun por los que parecen estar lejos de él.
LOS DONATIVOS Y LA ENTREGA
También el evangelio de hoy
recuerda la figura de las viudas (Mc 12, 28-44). Jesús ridiculiza la vanidad de
la que hacen gala los escribas. Y denuncia la voracidad con la que tratan de
adueñarse de los bienes de las viudas, aparentando hacer largas oraciones. Al
pecado de orgullo, los escribas unen la injusticia y la impiedad.
La alusión a las viudas
expoliadas por los especialistas de la Ley introduce el eco de un momento
inolvidable. Aquel en que Jesús observó la diferente conducta de los ricos y
los pobres al acercarse a las arcas donde se recogían los donativos destinados
al templo de Jerusalén.
Muchos ricos echaban mucho
dinero. Pero llegó también una viuda pobre y echó dos monedas: exactamente las
más pequeñas que circulaban por entonces. Aquel hecho no pasó inadvertido a los
ojos del Maestro. En aquella viuda vio Jesús el signo de la entrega personal de
una mujer creyente.
SEGURIDAD Y CONFIANZA
Como en otras ocasiones, Jesús
aprovecha la ocasión para ofrecer una enseñanza a sus discípulos: la pobre
viuda ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie. Pero ¿cuál es el
criterio para esa evaluación?
“Los demás han echado de lo que
les sobra”. Aun siendo fuerte, la cantidad depositada por los ricos no ponía en
riesgo su comodidad y menos aún sus vidas. Los donantes seguían controlando su
propia seguridad y confiando en sí mismos.
La viuda pobre “ha echado todo lo
que tenía para vivir”. Aun siendo escasa, la ofrenda de la pobre viuda
significaba despojarse de toda seguridad razonable y poner toda su confianza en
la providencia del Señor
Padre nuestro, nosotros
hablamos de los pobres desde lejos. No somos pobres. No tenemos espíritu de
pobres. No confiamos en ti como han de confiar los pobres. Lo que te entregamos
no pone en riesgo nuestra seguridad ni disminuye la confianza que depositamos
en los bienes. Necesitamos entregarnos a ti con mayor sinceridad. Amén.
D. José-Román Flecha Andrés
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