Homilía para el Domingo 15 de Noviembre de 2015. 33 del Tiempo
Ordinario, B
“Muchos de los que duermen en el
polvo despertarán: unos para vida perpetua, otros para ignominia
perpetua”. En la primera lectura de la
misa de hoy el libro profético de Daniel anuncia el tiempo de la resurrección (Dan
12, 1-3).
Nos es difícil imaginar ese
tiempo futuro que anunciaron los profetas. Pero el texto nos dice, al menos,
que la venida del Señor será al mismo tiempo un momento de juicio y de
salvación. A la libertad humana ha sido confiada la posibilidad y la
responsabilidad de decidir.
El futuro que nos ha sido
prometido no puede arrancarnos del presente. Al contrario, lo convierte en
ocasión y escenario para nuestro compromiso de fe y de caridad. El futuro al
que nos orienta la virtud de la esperanza se va preparando en este presente, marcado por la virtud de la
paciencia.
TRES GRANDES VALORES
También el evangelio que hoy se
proclama nos invita a mirar confiadamente al futuro (Mc 13, 24-32). Como en
muchas otras ocasiones, también en esta profecía podemos fijar nuestra atención
en tres protagonistas y los tres grandes valores que representan:
• En el centro del mensaje se
anuncia la venida del Hijo del hombre. Su llegada sobre las nubes indica su
divinidad. El poder y la majestad del final evocan el poder y la majestad que
hicieron posible la creación en el principio.
• Protagonistas son también el
sol, la luna, las estrellas y los astros del cielo. Bien sabemos que los astros
eran divinizados y adorados en el mundo pagano. Por tanto, la Venida del Señor
no significa el fin del mundo, sino el fin de un mundo que ha sido marcado
por el peso de nuestras frecuentes
idolatrías.
• Además el texto anuncia que los
ángeles reunirán a los elegidos de los cuatro vientos o puntos cardinales. La
venida del Señor será el signo y el inicio de una comunidad universal que ha de
reunir en la verdad y en el amor a gentes procedentes de todo pueblo y toda
lengua.
LA TIERRA Y SUS SEÑALES
El relato evangélico pone en boca de Jesús una
breve parábola: la de la higuera que parece recobrar vida en primavera.
• “Cuando las ramas se ponen
tiernas y brotan las yemas, deducís que el verano está cerca”. Con frecuencia se acusa a los creyentes de
vivir alienados, colgados de un futuro utópico. Pero la esperanza no puede
alejarnos de este mundo. Al contrario, nos exige vivir atentos a esta tierra y
vivir amando esta tierra
• “Cuando veáis vosotros suceder esto, sabed
que él está cerca, a la puerta”. La venida del Señor es cierta, pero es
incierto el momento que esperamos. La aparición de los grandes valores humanos,
por humilde que parezca, es ya un signo de la presencia del Reino de Dios y de
la manifestación del Señor de la historia.
Señor Jesús, en cada eucaristía
manifestamos nuestra decisión de vivir aguardando tu venida. Que la paciencia y
la perseverancia sean un testimonio de la verdad de nuestra esperanza. ¡Ven,
Señor Jesús! Amén
D. José-Román Flecha Andrés
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