Homilía Domingo 21 de Septiembre de 2014. 25 Tiempo Ordinario
A
“Mis planes no son vuestros
planes. Vuestros caminos no son mis caminos –oráculo del Señor-. Como el cielo
es más alto que la tierra, mis caminos son más altos que los vuestros, mis
planes, que vuestros planes” (Is 55, 8-9). Con estas palabras, el libro del
profeta Isaías se transmite a su pueblo la voz de Dios, que subraya la diferencia entre nuestra forma
de pensar y los proyectos de Dios.
En realidad esa es una tentación
que acecha a todos los creyentes. En lugar de acomodarnos a la voluntad de
Dios, con demasiada frecuencia tratamos de acomodar la voluntad de Dios a la
nuestra.
Nos cuesta trabajo entender por
qué nos suceden las cosas. Aplicamos a Dios nuestros criterios, condicionados
por nuestro egoísmo o, tal vez, por nuestra cortedad de miras. Sólo con el
tiempo logramos comprender que la decisión de Dios era más justa que la
nuestra.
EGOÍSMO Y GENEROSIDAD
En la parábola que hoy se recoge
en el Evangelio según Mateo (Mt 20, 1-26) se narra el relato de los jornaleros
que son invitados a diversas horas del día a trabajar en una viña. El dueño
promete a cada uno de los contratados el salario de un denario. Al parecer
todos están contentos de encontrar trabajo y poder contar con un jornal.
El problema llega al final del
día. Los jornaleros protestan al comprobar que todos reciben un denario, con
independencia del tiempo que han dedicado a su trabajo. En los planes humanos
eso sería una injusticia y provocaría un escándalo.
Pero la parábola no plantea una
situación laboral. Refleja una situación frecuente en las primeras comunidades
cristianas. En ellas debían de ser habituales las quejas de los “creyentes de
siempre” frente a los recién convertidos a la fe. Los que se consideran buenos
se preguntan cómo puede Dios acoger y premiar por igual a unos y otros.
A fin de cuentas, se nos dice que
la justicia de Dios se identifica con su misericordia. Evidentemente sus
pensamientos y sus planes superan nuestros celos y nuestro egoísmo. Por eso su
generosidad nos escandaliza.
EL MÉRITO Y LOS DONES
De todas formas, no podemos
olvidar la invitación que da motivo a esta protesta: “Id también nosotros a mi
viña y os pagaré lo debido”. Esta promesa suscita en nosotros dos reflexiones
para nuestra vida cristiana.
“Id también nosotros a mi viña”.
En su exhortación “La alegría del Evangelio”, el Papa Francisco nos recuerda
que todos los miembros de la Iglesia estamos llamados a la tarea de la
evangelización. La invitación del Señor es amplia y universal. Es también
urgente en estos tiempos.
”Yo os pagaré lo debido”.
Nuestras leyes humanas no pueden obligar a Dios. Como escribía San Agustín,”al
premiar nuestros méritos, Él corona sus propios dones. Lo debido, lo es en
razón de su amor, de su misericordia y de su generosidad
- Señor Jesús, somos conscientes
de haber sido llamados a trabajar en la viña del Reino de Dios. Que nuestros
egoísmos no nos impidan descubrir y agradecer la grandeza y la gracia de esa
misión.
D. José-Román Flecha Andrés
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