Homilía Domingo 28 de Septiembre de 2014. 26 del Tiempo
Ordinario A.
“Cuando el malvado se convierte
de la maldad que hizo, y practica el derecho y la justicia, él mismo salva su
vida. Si recapacita y se convierte de los delitos cometidos, ciertamente vivirá
y no morirá” (Ez 18,27-28). Las gentes murmuran contra Dios atribuyéndole un
proceder injusto. Y el mismo Dios responde por medio del profeta Ezequiel, El
malvado muere por su propia maldad. Pero alcanza la vida si se convierte.
Al leer estas palabras del
profeta, pensamos en nosotros mismos y en nuestros vecinos. Alguien dice que
está a punto de perder la fe en Dios a causa de los problemas que se le han
echado encima. Pero a veces basta un breve análisis de la situación para
comprobar que esos problemas han brotado de las decisiones equivocadas y hasta
pecaminosas que él ha tomado.
Al ser humano le cuesta mucho
hacerse responsable de sus propias acciones y omisiones. Le resulta más fácil
atribuirse a sí mismo sus logros y culpar a Dios de sus desgracias. Somos
injustos. O tal vez, demasiado infantiles.
LOS DOS HIJOS
El evangelio que hoy se proclama
recoge otra parábola de Jesús que nos evoca el mundo de las viñas y las faenas
de la vendimia (Mt 21,28-32). Un propietario tiene dos hijos. A los dos los
invita a ir a trabajar a la viña. El relato juega con la diferencia entre la
respuesta de los hijos y su comportamiento ulterior.
El primer hijo rechaza
bruscamente la orden de su padre. El tajante “no quiero”, con que responde a su
deseo nos recuerda los modales y la aparente apostasía de una gran parte de
nuestros contemporáneos. Pero el hijo se arrepiente de lo dicho y se va a
trabajar a la viña, O por respeto y amor a su padre o porque comprende que la
viña también le pertenece a él.
El segundo hijo se muestra
obediente y obsequioso al responder: “Voy, señor”. Pero luego no va a trabajar
a la viña. El texto no nos dice que haya desobedecido por despecho o por
maldad. Tal vez se quedó solamente entretenido en sus ocupaciones y
distracciones habituales. Habría que ver si esa no es también la actitud de
muchos creyentes de hoy.
LOS BUENOS Y LOS MALOS
El evangelio sugiere que Jesús
trata de contraponer dos actitudes ante el mensaje de Dios. Dos actitudes que
se repiten a lo largo de los siglos.
Los sumos sacerdotes y los
ancianos del pueblo, a los que se dirige, parecían en principio más cercanos a
la palabra de Dios. Eran oficialmente un modelo social y religioso. Pero no
aceptaron la invitación a la santidad y a la justicia que les dirigía Juan
Bautista.
Los publicanos y las prostitutas
eran ciertamente marginados sociales. Eran considerados como la imagen misma
del pecado. Parecían ignorar la voluntad de Dios, pero escucharon al Bautista y
se convirtieron. Y eso es lo importante a los ojos del Maestro.
La parábola habla del hombre. Nos
pregunta dónde ponemos nuestros intereses a la hora de escuchar a Dios. Y nos
recuerda el valor de la conversión. Pero la parábola nos habla, sobre todo, de
Dios. Él no espera de nosotros tan solo buenas palabras. Espera la seriedad de
nuestro compromiso. Y esa conversión que conduce a la vida, como decía el
profeta Ezequiel.
- Padre nuestro, gracias por
invitarnos a trabajar en tu viña, que es también la nuestra. Que nuestros
intereses no nos impidan escuchar tu palabra y cumplir tu voluntad. Amén.
D. José-Román Flecha Andrés
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