Homilía para Domingo 20 de Julio de 2014. 16 del
Tiempo Ordinario, A.
“Tú, poderosos soberano, juzgas
con moderación y nos gobiernas con gran indulgencia, porque puedes hacer cuanto
quieres”. Esta oración se encuentra en el texto del libro de la Sabiduría que
hoy se proclama en la celebración de la Eucaristía (Sap 12, 13.16-19).
Nos llama la atención la
compasión de un Dios que puede hacer cuanto quiere. Entre nosotros, quien
pretende ostentar el poder, se siente autorizado a juzgar con altanería a los
demás. Una actitud muy lejana al comportamiento de Dios.
El texto extrae una doble lección
moral: “Obrando así enseñaste a tu pueblo que el justo debe ser humano, y diste
a tus hijos la dulce esperanza de que, en el pecado, das lugar al
arrepentimiento”. El proceder de Dios nos revela su corazón y puede enderezar
el nuestro.
CLARIDAD Y PACIENCIA
Es un mal tratar de exterminar a
los malos. El sueño utópico de la limpieza universal es admirable, pero
peligroso. En las comunidades cristianas primitivas hubo quien pretendía que
sólo los intachables podrían formar parte de las mismas. En ese contexto había
que recordar la parábola evangélica del trigo y la cizaña.
Algunos criados sugieren a su amo
la necesidad de arrancar inmediatamente la cizaña. Pero el amo teme que al
arrancar la cizaña arranquen también el trigo. No es fácil controlar a los
controladores. Así que es preferible que el trigo y la cizaña crezcan
juntos hasta el tiempo de la siega (Mt
13, 24-43). Hace falta un poco de paciencia.
La parábola no da la razón a los
intransigentes, que quisieran terminar inmediatamente con el mal. Pero tampoco
se la da a los indiferentes, que ya no ven una distinción entre el bien y el
mal. A unos y otros nos enseña que no somos los jueces definitivos de la
historia. Hace falta mucha claridad para distinguir el bien y el mal.
JUNTOS HASTA LA SIEGA
“Dejadlos creced juntos hasta la
siega”. Esta advertencia del dueño del sembrado se refiere al trigo y la
cizaña. Junto han de llegar al juicio de Dios. Entonces, “los justos brillarán como el sol en el reino
de los cielos”, como termina diciendo Jesús.
• “Dejadlos creced juntos hasta
la siega”. No tienen razón los indiferentes. El bien y el mal no se
confunden. La cizaña no se convierte en
trigo porque le cambiemos de nombre o porque las leyes le concedan un lugar en
la sociedad. La realidad es más terca que nuestras etiquetas.
• “Dejadlos creced juntos hasta
la siega”. Pero nuestras etiquetas no nos dan derecho a destruir la realidad.
Porque nuestros juicios son provisionales e inciertos. Todos podemos
equivocarnos y arrancar el bien cuando pretendemos arrancar el mal.
- Señor Dios, que sembraste buena
semilla en tu campo, ayúdanos a dar el fruto bueno que esperas de nosotros. Ten
misericordia de nosotros y enséñanos a juzgar con misericordia a todos nuestros
hermanos. Amén.
José-Román Flecha Andrés
No hay comentarios:
Publicar un comentario