Reflexión del Evangelio del Domingo 21 de Abril de 2024. 4º de Pascua.
Jesús se ha convertido en piedra
angular
Los humanos tenemos tantas y tan
dispares experiencias a lo largo de nuestras vidas que necesitamos un punto de
apoyo que nos ayude a poner un cierto orden entre ellas. Lo contrario nos
sumiría en un caos, un sinsentido.
Las diversas ideologías
antropológicas han presentado a lo largo de la historia, también en nuestra
época, propuestas de puntos de apoyo que den unidad y sentido a cuanto
experimentamos. Estas propuestas tienen que ver con la más radical, que es la
búsqueda del sentido de la vida. Nos han orientado hacia el valor de la
sabiduría, de la virtud, de la justicia, de la satisfacción de necesidades, del
dominio de la naturaleza a través de la técnica… De una u otra manera, la
piedra angular en esas ideologías es el propio sujeto humano, que en nuestro
tiempo sigue moviéndose entre el utilitarismo y el nihilismo.
Las primeras generaciones
cristianas contaron con otra experiencia, que les dio otra perspectiva: Jesús
se ha mostrado en su trayectoria como el único que puede salvarnos. Es la
piedra angular. Sus convicciones más arraigadas, sus apuestas en la vida, sus
compromisos más sinceros, los valores que sostuvieron su personalidad, son un
paradigma para nosotros. Él es el único punto de apoyo firme con que contamos
para construir nuestra vida de creyentes. Y es también el único soporte fiable
de la Iglesia y de su misión en la historia.
Cuando han corrido más de dos mil
años de los acontecimientos pascuales, los cristianos debemos preguntarnos ¿en
qué o en quién apoyamos hoy nuestra vida? ¿qué convicciones son sostienen? ¿qué
valores nos construyen? ¿Nos fiamos de Jesús para mantener nuestra Iglesia y
sus compromisos con la gente?
De nuestra respuesta depende en
buena parte la pervivencia de un cristianismo sincero y honesto que no se
diluya en ideología o en mero pragmatismo.
La mala suerte del rebaño en
manos del asalariado
En las culturas antiguas de
Oriente, “pastor” era sinónimo de “guía”, “jefe”, “rey”: alguien puesto al
frente del pueblo para conducirlo a la seguridad y el bienestar. Esto debería
haber sido siempre así, pero el pueblo de Israel, como los otros pueblos, ha
tenido las amargas experiencias de dirigentes que les han gobernado pensando
más en sí mismos y en sus intereses que en el bien de quienes les han sido
confiados.
Los profetas habían denunciado
esa perversión y sus funestas consecuencias. Ezequiel había clamado en nombre
de Dios sobre la malicia de los pastores que cuidan de sí mismos, que se
aprovechan de sus ovejas, que no fortalecen a las débiles, que no van en busca
de la perdida, que tratan a su rebaño con violencia y dureza, por lo que las
personas andan dispersas como ovejas sin pastor.
Dios promete a los suyos un futuro mejor: Él mismo vendrá a buscarlas, las reconocerá, las librará, y hará con ellas un pacto de paz.
El Buen Pastor da la vida por las
ovejas
El relato de Juan recoge el
cumplimiento de esa profecía: contrapone la degeneración de los responsables de
su tiempo con el ministerio cercano y auténtico de Jesús, a quien presenta como
el Buen Pastor.
A los dirigentes corrompidos no
les iba la vida en la suerte de las ovejas, Él, en cambio, las cuida
amorosamente hasta el extremo de dar su vida por ellas. Ninguna otra cosa
explica su predilección por los pequeños, las mujeres, los enfermos, los enfermos,
los pecadores, Ninguna situación humana discrimina a los destinatarios de su
mensaje ni a los beneficiarios de su entrega.
Leemos este evangelio tras haber
contemplado un año más los acontecimientos de la Pascua. No fueron tres días
excepcionales en la trayectoria de Jesús; podríamos decir que resumieron su
vida entera, su entrega hasta la muerte y su resurrección, garantía de la
nuestra. En ellos Jesús se ha mostrado como el Buen Pastor que conoce a sus
ovejas, que sabe de sus entusiasmos y fragilidades, que no les falla nunca,
cuyo dolor, pecado y esperanza carga sobre sí mismo.
Hay que recordar que, en el arte
cristiano, uno de los primeros símbolos de Jesús fue la figura del Buen Pastor,
tanto en la pintura ya en el siglo II, como en la escultura de los inicios del
IV. Mucho tiempo, pues, antes de que se
representara la crucifixión. Se manifiesta así la conciencia cristiana,
personal y comunitaria de una existencia radicalmente acompañada y amorosamente
asumida. Si religión quiere decir religación, el cristianismo sabe mucho de ese
ligar y volver a ligar a Dios con nuestras vidas en el testimonio y la entrega
de Jesús.
Cuidado o poder
Esta alegoría del pastor fue
tomada muy pronto por las comunidades cristianas primitivas para referirse a
sus dirigentes. Eran sus pastores. Pedro habría sido enviado así por el mismo
Señor Resucitado a las orillas del lago: apacienta a mi pueblo. Me parece muy
significativo que ese encargo se concrete en un diálogo sobre el amor, como
resaltando que es en el amor a Jesús y los suyos donde se apoya el valor de
cualquier ministerio en la Iglesia (Jn. 21, 15-17).
Así se llamó también pastores a
quienes, ancianos (presbíteros y obispos) guiaban a la comunidad manteniéndola
unida en la memoria de Jesús y fiel a su misión (I P, 5,1), pastoreándola con
las mismas actitudes aprendidas de Jesús (Ef. 4, 11)
No obstante, como ocurre en
cualquier comunidad humana, familiar, amistosa, económica, sociopolítica e
incluso religiosa, las mediaciones de responsabilidad y el “pastoreo” mantienen
un difícil equilibrio entre la fidelidad a la gestión encomendada y un uso
desorientado del propio poder. La experiencia cotidiana nos muestra que todos
recibimos un cierto poder sobre otros y que corremos el riesgo de usarlo para
nosotros mismos.
El recuerdo del cuidado de Jesús
hacia los suyos, y de muchos buenos pastores que a lo largo del tiempo se han
dado entre nosotros nos ayudan a aprender a cuidar de los demás. Se ha dicho
que “el cuidado es un arte” Ojalá no nos falten las actitudes que le hacen
posible: “el desvelo, la solicitud, la diligencia, el celo, la atención, el
buen trato, la ternura” (Cf. José Carlos Bermejo)
Para la reflexión...
¿Sigue siendo Jesús el principal
referente, la piedra angular para construir tu personalidad y en la vida y la
misión de la Iglesia?
¿Qué te sugiere la figura del
Buen Pastor para tus relaciones con aquellos con los que tienes alguna
responsabilidad en la vida de cada día?
Fray Fernando Vela
López
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