Homilía para el Domingo 5 de Febrero de 2017. 5º del tiempo ordinarino, A.
“Entonces romperá tu luz como la
aurora…, brillará tu luz en las tinieblas, tu oscuridad se volverá mediodía”.
Esas promesas, que encontramos en el texto del libro de Isaías que hoy se
proclama (Is 58,7-10). Son la respuesta de Dios a todos los que se lamentan de
haber ayunado sin ser escuchados por el Señor.
El oráculo dice que el ayuno
verdadero consiste en partir el pan con el hambriento, hospedar a los pobres
sin techo, vestir al desnudo y no cerrar el corazón a los que son nuestros
hermanos. Es decir, el auténtico ayuno no consiste tanto en no comer como en
practicar las obras de misericordia.
Por eso el salmo responsorial se
hace eco de aquella profecía, proclamando: “Quien es justo, clemente y
compasivo, brilla como una luz en las tinieblas”.
Para nada vale nuestra
autosuficiencia. Con razón escribe san Pablo que “nuestra fe no se apoya en la
sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios” (1Cor 2,5).
LA CIUDAD Y LA LÁMPARA
En el evangelio según san Mateo,
el capítulo 5 comenzaba proclamando las bienaventuranzas de Jesús. En ellas se dice
cómo es Dios y cuál es la identidad del Cristo. Pero también se expone la
misión de la Iglesia y se revela la honda verdad del ser humano. A
continuación, Jesús se refiere a sus discípulos con una proclamación y dos
imágenes complementarias:
- “Vosotros sois la luz del
mundo”. No es un mandato. Antes de ser una obligación moral, es una revelación.
Aquel que es la Luz hace que sus seguidores sean luminosos para un mundo que
con frecuencia parece caminar en las tinieblas.
- “No se puede ocultar una ciudad
puesta en lo alto de un monte”. Para favorecer la defensa, muchas ciudades
antiguas se elevaban sobre una colina. Eso facilitaba también a los peregrinos
encontrar el camino para guarecerse en ellas.
- “Tampoco se enciende una
lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y
que alumbre a todos los de casa”. Esta otra imagen, tan casera y familiar,
invita a los discípulos a ser testigos de la luz recibida del Señor.
DON Y TAREA
De todas formas, el texto
evangélico continúa con una exhortación, tan apremiante como sugerente, tan
tradicional como actual:
- “Alumbre así vuestra luz a los
hombres”. Nadie recibe el don de la gracia solo para su propio beneficio. La
luz que hemos recibido es un don gratuito, pero es también una tarea y una
responsabilidad. Ha de llegar a todos los hombres.
- “Para que vean vuestras buenas
obras”. El bien ha de ser bien hecho. Y las buenas obras no pueden quedar
ocultas. No se puede hacer el bien para ser alabados, pero no es razonable
ocultarlo siempre a los ojos de los demás.
- “Para que den gloria a vuestro
Padre que está en el cielo”. Esa es la clave. Esa es la motivación de toda la
exhortación. La difusión del bien no puede convertirse en un motivo para la
gloria personal. Promover la gloria del Padre es el camino de la felicidad.
Señor Jesús, te reconocemos y
te proclamamos como la luz verdadera que ha venido a este mundo. Que nuestras
palabras y obras difundan tu resplandor, nos ayuden a encontrar la verdad y a
orientar a otros por el camino del bien. Amén.
D. José-Román Flecha Andrés
No hay comentarios:
Publicar un comentario