lunes, 3 de noviembre de 2025

LA MUERTE NO ES EL FINAL

En la mañana de ayer, ha tenido lugar la Santa Misión de la Real Hermandad del Santo Entierro de Cristo, gestionada actualmente por la Agrupación de HH. CC. y una gestora que se ocupa de la reorganización de la Cofradía.

A las once, el doblar de las campanas en la parroquia y la música de capilla de la AMC. “Puente Romano”, presagiaban unas horas de recogimiento y oración en torno al Cristo yacente en el que cada uno, particularmente, ha vivenciado a sus seres queridos difuntos.

Impactó la imagen del Sagrado Titular fuera de la urna que lo acoge cada Viernes Santo sobre un catafalco escoltado por faroles y hurricanes. Como flor; eucalipto y “siempre viva” morada.
Tras el rezo del Vía Crucis en el camino de ida, entró al parque colindante al cementerio donde esperaba un pueblo entero para celebrar la Santa Misa.

Tras una emocionante y sentida monición de entrada, ha calado en los asistentes el mensaje de necesidad de la oración y de la eucaristía ofrecida por nuestros difuntos de D. Jeremías, administrador parroquial, que ha concelebrado con nuestro párroco emérito, D. Manuel.
Terminada la misma, ha incensado los patios del camposanto y el paso ha regresado por Plaza de España, Alta y Parroquia.
La Agrupación quiere mostrar su gratitud a todos cuantos han hecho posible la salida del Señor este día. Especialmente a los portadores, al cuerpo de acólitos y personas que han conformado el cortejo. Al Coro Parroquial, a las Hermandades que han colaborado en el montaje, con enseres o participando personalmente. Gracias al Ilmo. Ayuntamiento, a la Policía Local y a Protección Civil.
Que el Cristo yacente haga que crezca nuestra Esperanza en el reencuentro futuro con nuestros seres queridos que ya marcharon.

domingo, 2 de noviembre de 2025

"YO SOY LA RESURRECCIÓN Y LA VIDA"


Reflexión del Evangelio 2 de Noviembre de 2025. Conmemoración de los Fieles Difuntos.

“La muerte no podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús Nuestro Señor”

En Jesucristo hemos percibido que Dios es presencia de amor; nos fundamenta y nos sostiene. En esa Presencia existimos y nos movemos.

Si por otro lado Dios es dueño y fuente de la vida, no es posible cue nos abandone en la muerte, ese momento decisivo en nuestra existencia “Ninguno de nosotros vive para sí y ninguno muere para sí mismo; si morimos, morimos para el Señor; así que ya vivamos, ya muramos, somos del Señor”.

Es la verdad que confesamos los cristianos sobre la realidad y desenlace de la vida humana.

“Cuantos fuimos bautizados en Cristo Jesús, fuimos bautizados en su muerte. Si hemos sido incorporados a el en una muerte como la suya, lo seremos  también en una resurrección como la suya”

Confesamos que la encarnación de Dios, presencia de amor, ha tenido lugar de modo definitivo en Jesucristo. Y que la encarnación continúa de algún modo en todo ser humano.

Es lo que real y simbólicamente los cristianos celebramos en el bautismo: sepultados en el agua salimos con una vida nueva; y toda nuestra existencia será bautismal, dejar las obras de muerte para respirar y dar vida.

Es la realidad simbolizada en el bautismo: una peregrinación siguiendo a Jesucristo que pasó por el mundo haciendo el bien, y entregando su vida por amor a los demás, ha vencido a la muerte y hoy no dice: “Yo soy el camino”.

“También nosotros andemos en una vida nueva”

No faltan cristianos con cara de cuaresma pensando en un juicio final. Olvidan que el Dios, ese juez implacable que se imaginan, se ha revelado ya en Jesucristo como Padre de la misericordia que no sabe más que amar.

El juicio final sobre nuestra existencia en la tierra lo vamos dando cada uno mientras caminamos en el tiempo: “tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me iste de beber, fui forastero y me hospedaste, estuvo desnudo y me vestiste, enfermo y me visitaste, en la cárcel y viniste a verme”.

Hoy celebramos el camino que recorrieron nuestros difuntos tratando de seguir esa conducta, y nuestra confianza en Dios revelado en Jesucristo cuyo poder se manifiesta en la misericordia.

sábado, 1 de noviembre de 2025

¡BIENAVENTURADOS!

 

Reflexión Evangelio 1 de Noviembre de 2025. Solemnidad de Todo los Santos.

La liturgia de la Palabra se propone hacernos comprender la trascendencia de esta solemnidad, no como una fiesta abstracta, sino como un compromiso con la vida, la verdad, la justicia y el amor en la cotidianidad del mundo actual cuya configuración pareciera ser cada vez más dramática, polarizada y confrontativa.

“No causen daño… hasta que marquemos con el sello la frente de los siervos de nuestro Dios”

La primera lectura se enmarca en la extensa visión de Juan, a quien se la ha encomendado escribir lo que vea. Sin embargo, él no solo ve, sino que también escucha y habla. Ver, escuchar y hablar se presentan como aquellos verbos que llevan el desarrollo de todo el texto y que resultan sugerentes por sus usos: estos verbos nos sitúan en lo propio del testigo como alguien que es capaz de ver la realidad con mirada creyente. Una mirada que se entrena para llegar a la entraña de la realidad y descubrir allí que es sostenida por Dios y guiada por Él. Quizás por eso Jesús compara el Reino con la levadura que es capaz de fermentar toda la masa porque, como testigo de su Abba, ha descubierto su presencia actuante en el mundo.

De ahí que también es urgente saber escuchar lo que Dios nos dice por medio de los signos de los tiempos, reconociendo que son las visitas cotidianas de Dios a un mundo que se encamina al encuentro definitivo con Él. Por ello es necesario afinar el oído para sintonizar con los gritos de Dios en el mundo, con la alabanza a Dios expresada de múltiples maneras a través de tantos creyentes, de hombres y mujeres de buena voluntad, cuya forma de vivir son el grano de mostaza que va haciendo visible el Reino de Dios en el mundo.

Finalmente, ser capaz de hablar y esto en sentido amplio. Hablamos no solo a través de la palabra, sino a través de nuestras acciones, pero también de nuestros silencios. Los santos hablan con su vida lo que refuerzan con su palabra. Un hablar que es fruto de la contemplación y una vida que da lo contemplado.

Ahora somos hijos de Dios

La segunda lectura se sitúa en el reconocimiento de la inmensidad del amor de Dios por el cual nos llama hijos suyos. Vivir como hijos de Dios es un desafío de todo creyente que, la más de las veces, prefiere o tiende a situarse ante Dios como deudor o pecador.

Al parecer, nos cuesta vivirnos como hijos porque pensamos —como el caso del hijo mayor en la parábola del hijo pródigo—que debemos cumplir con el Padre acentuando más la relación de servidores-administradores, propio de una ligazón comercial, que la relación de filiación con Dios. Somos hijos en el Hijo.

Entonces, tomando la palabra, les enseñaba.

El evangelio de las Bienaventuranzas comienza con Jesús viendo a la muchedumbre. Habiéndolos visto, sube al monte—lugar de encuentro con Dios— y comienza a enseñarles por medio de la palabra. Lo que Jesús enseña esta vez no es en el contexto de una sinagoga y, a diferencia de otras veces, no se dice que enseña sin más, sino que también se habla del contenido de su enseñanza: las bienaventuranzas.

Ellas son la buena ventura de Dios sobre todos aquellos que encarnan realidades sufrientes; un bien decir que está preñado de promesa, pero también de inmediatez. Es decir, se vuelca hacia un futuro que arranca en la situación concreta de quien está atravesado por el llanto, el hambre, la lucha por la justicia, el trabajo por la paz, la persecución, la pobreza, la mansedumbre.

Jesús—tal como señalábamos sobre la primera lectura—siempre es capaz de ver más allá y conectar con lo que palpita en el fondo del corazón humano y de la vida para proponer una palabra decisiva sobre aquello que amenaza nuestra humanidad y el camino a su plenitud que en Él se nos hace asequible.

Los santos y santas de Dios fueron hijos que se dejaron enseñar por la palabra de Jesús y vertieron sobre la realidad, personal y comunitaria, las bienaventuranzas de Dios con su vida y sus palabras.

viernes, 31 de octubre de 2025

LA VIRGEN SE VISTE DE LUTO

 

Ya en vísperas de la Celebración de Todos los Santos y de la Conmemoración de los Fieles Difuntos, la Madre de los Villarrenses en su advocación de la Soledad, los Dolores, la Paz y Esperanza, y el Amor han sido ataviadas con el luto característico de estas fechas. También la imagen de Santa Mª Magdalena.

Que la Virgen medie por todos nuestros hermanos que ya gozan de la presencia de Jesús vivo y Resucitado.